viernes, 20 de mayo de 2016

El error de Nuño
Dr. Agustín Ávila Romero

El día jueves 19 de mayo  ha anunciado el secretario de educación el despido de más de 3 mil profesores de los estados de Michoacán. Guerrero y Oaxaca.
Ello es  una muestra de la ausencia de capacidad política de quién dirige dicha institución. En el fondo lo que añora es una salida violenta y represora contra los decenas de miles de maestros que a lo largo y ancho del país han decidido rebelarse de manera pacifica y digna contra la reforma educativa de corte neoliberal que lastimaba profundamente sus derechos laborales, sociales y económicos tanto del magisterio como de la población mexicana.
Es un error grave porque pareciera que el cálculo político es encapsular la lucha magisterial y provocar una espiral del miedo, violentando los derechos humanos y las garantías constitucionales. Para mi es la visión tecnocrática la que no permite ver la densidad del bosque y detenerse únicamente en el pantano –parafraseando a un gran pensador ruso- .
En la lógica gubernamental se trata simplemente de maestros revoltosos, que no quieren dar clases y que no tienen compromisos con los niños y la educación. Pero en eso se equivoca profundamente, primero son estas regiones del país donde tiene fuerza la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) donde el maestro no sólo esta comprometido con el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera decidida –al permanecer fuera de su hogar más de cinco día-  sino donde despliega toda su capacidad de transformación como agente de cambio al enfrentarse a una infraestructura educativa que en pleno siglo XXI carece de salones adecuados, de pisos de cemento y de pizarrones decentes en muchas escuelas.  En una violación clara al derecho humano a una educación de calidad, la que precede la violación de los derechos humanos laborales de los maestros.
El maestro rural es así en muchas comunidades de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas un gestor de los asuntos de la comunidad, un compadre de muchas familias , un soporte para el ejercicio de la religiosidad y de las fiestas populares y el ingreso asalariado en comunidades dependientes de la economía campesina e indígena.
Ello hace que muchos maestros sean lideres sociales indiscutibles en procesos de gestión de proyectos productivos,  de afirmación sociocultural en zonas indígenas y también en la defensa del territorio, la vida y la ecología frente a los procesos de despojo que impulsa el modelo neoliberal a través de la minería a cielo abierto, la fractura hidraúlica (fracking), la corrupción y el narcotráfico en los mundos rurales.
No tener esto en cuenta es un grave error de cálculo político del gobierno federal.  En Chiapas llama la atención que el presidente del Congreso Local ya alerto sobre esa falta visión de Estado.
Con el despido lo que hace Nuño es acrecentar el malestar contra la indiferencia gubernamental. Contra los procesos de privatización de la educación y de nuestros recursos naturales. Olvida la baja popularidad de la que goza el actual presidente (EPN)  y el gran malestar mexicano que existe ante el creciente desempleo, la inseguridad y hasta la contaminación ambiental y las medidas restrictivas que provoca. Y lo hace en plena recesión económica, con una devaluación del dólar creciente y una pérdida monumental de empleos y del salario.
En estos funcionarios tecnócratas  tipo Nuño que mal dirigen la educación del país, -imagínense ¡teniendo de subsecretario de educación básica federal a alguien acusado en el pasado gobierno de Nuevo León de infringir tortura!!-  lo que existe es una versión modernizante y cultural  del país - no moderna preciso-  que pasa precisamente por deshacerse de todos aquellos que culturalmente son distintos al modelo tecnocrático-neoliberal que se nos ha impuesto en los últimos lustros. Por ello es una afirmación de la visión racista el despedir fundamentalmente a profesores indígenas en los estados de Oaxaca, Guerrero y Michoacán. Es su cruzada monocultural contra la diversidad cultural y epistémica que persiste en muchas partes del país.
Es la conquista los territorios indígenas y campesinos lo que busca Nuño al anunciar que  mandará profesores -que no conocen la realidad campesina e indígena de nuestro país-. Ello para hacer posible el cambio sociocultural que permita modificar la forma de vida campesina y cumplir el sueño neoliberal de convertir la tierra en una mercancía que se venda y se compre, donde no importe la cultura, la tradición,  la religiosidad, la historia, la forma de producir y de mantener  semillas criollas.
Más de 2 mil experiencias campesinas e indígenas exitosas de sustentabilidad recorren el país, muchas de ellas fueron posibles gracias a maestros y maestras que caminan firmemente con las  comunidades campesinas e indígenas. Los municipios autónomos zapatistas y los procesos autodefensa de los pueblos indígenas en Guerrero y Michoacán han tenido como caminantes a muchos maestros y maestras.
El error de Nuño de estos momentos puede permitir a la sociedad mexicana manifestarse claramente contra la clase política que mal gobierna nuestra país y que en unión a los grupos económicos fuertes, son una muestra palpable de la corrupción que sufre México y que se muestra en la evasión fiscal de los Panama Papers, por ejemplo.

n de los derechos humanos laborales de los maestros.ura, nuestra tradiciones, nuestra historia y nuestra forma de producir y man

Ese proceso ya esta visto como lucha política electoral en muchos procesos estatales actualmente, pero puede traducirse en estos momentos en una gran movilización por dejar atrás la república de la simulación mexicana que vivimos y poner en marcha realmente procesos de refundación del Estado mexicano. Uniendo una diversidad de luchas en un sentir colectivo de malestar que recorre nuestro país.

sábado, 25 de junio de 2011

Sobre nuestro libro: Movimientos y conflictos sociales en México 1943-2011

Cuando hace un año se gastaron millones de pesos en festejar una supuesta independencia y el centenario de una incomoda revolución para los actuales gobernantes, en una pequeña reunión familiar platicamos que era importante mostrar esa otra historia que ha sido silenciada y acallada por la historiografía oficial y dominante. Y de ahí salió la idea de realizar un libro que hablara de los movimiento sociales de 1910 al 2010, inicio la investigación y la revisión de artículos y el resultado fue un libro que se tuvo que dividir en dos tomos: el primero que abarca desde el magonismo hasta el cardenismo 1906-1940 (cuya edición prácticamente ya se agoto) y este segundo tomo que hoy sale a circulación y que va desde 1943 hasta el 2011. El objetivo principal de estos libros es acercar la historia viva, la historia de los de abajo en búsqueda de su camino hacia la libertad y en la construcción de un México justo y democrático a los más jóvenes de este país. Es sembrar en sus conciencias y corazones la necesidad de reivindicar un sentido histórico que permanece, que pese a las derrotas y las escasas victorias, la esperanza siempre camina en los campos, en las calles de la ciudad, en las luchas obreras y sindicales, en los movimientos socioambientales que defienden su territorio frente al despojo y la mayor explotación que nos pone como alternativa el modelo neoliberal, la esperanza que camina en un movimiento contra la guerra y la militarización. Es un libro escrito de manera intergeneracional y de forma interdisciplinaria, no es un libro dirigido al mercado académico para sumar puntos en el Sistema Nacional de Investigadores lo que no quiere decir que carezca de un rigor teórico y metodologico, es un libro que busca generar interlocutores sobre todo en los jóvenes de este país para señalarles que pese a que hoy la izquierda aparece como una imagen no clara, en las vidas de mucha gente hay una historia fugitiva que aparece como legado hacia la construcción del México del siglo XXI.
El libro esta divido en seis grandes Capítulos:
1.Crisis y revolución agraria (1943-1965) (Los Jaramillistas y el levantamiento de Madera, Chihuahua)
2. La intolerancia de los regímenes príistas (los movimientos estudiantil 1968, maestros y medicos, 10 de junio de 1971 y la insurgencia sindical de los setentas)
3.De la lucha cívica al movimiento y revolucionario (De las guerrillas de los setentas -Lucio y Genaro- al EZLN y la autonomía indigena en Copala, Michoacan entre otras)
4.Las luchas sociales al inicio del milenio ( las otras guerrillas contemporáneas y la guerra de Calderon contra el Narco)
5. Movimientos socioambientales y resistencia campesina en México (Contra los transgénicos, defensa frente a las presas y contra las mineras en Chiapas, Guerrero, entre otras)
6. La crisis de la democracia liberal representativa en México (El movimiento de AMLO y la crisis electoral)

Esperemos que sean muchos los lectores y que en el diálogo se den muchas presentaciones, un abrazo..

viernes, 22 de octubre de 2010

Declaración Foro Internacional

FORO INTERNACIONAL PATRIMONIO BIOCULTURAL, SABERES AMBIENTALES Y DERECHOS DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

14 y 15 de octubre del 2010

San Cristóbal y Las Margaritas, Chiapas.

DECLARACIÓN FINAL

LOS OBJETIVOS DEL FORO: PARA QUÉ LAS CIENCIAS SOCIALES
Los organizadores consideramos que es relevante realizar un Foro sobre esta temática frente a sucesos preocupantes como el franco estado de sitio y excepción que hoy existe en San Juan Copala - Oaxaca y que nos permite observar la desaparición del Estado tanto en ese lugar como en amplias zonas de México. A esto se suman las más de 1,700 personas desplazadas en Polho – Chiapas, en ambos casos se trata de actos realizados por grupos paramilitares con, al menos, la abierta tolerancia estatal. A esto se suma la lucha de los indígenas mapuches en Chile, aymaras en Bolivia así como de las poblaciones indígenas en Ecuador. Decidimos tomar la forma de una actividad académica, porque justo los organizadores somos investigadores y pertenecemos a instituciones académicas. Más aún, uno de los saberes más aceptados es el saber científico. El avance de las ciencias sociales es un elemento central como parte del progreso de cualquier sociedad. Sin embargo, la ciencia social no puede crear un conocimiento inútil, el conocimiento no es neutral. Cobra sentido la pregunta ¿para qué queremos ciencias sociales? ¿para qué sirven las ciencias sociales? De aquí el primer punto de la declaración:
A.- Las ciencias sociales deben generar teoría para la acción, que logre, con una sofisticada construcción de argumentos y con metodologías bien estructuradas para comprobar el conocimiento, transformar las condiciones de vida y de dominación de las personas.



LOS PUEBLOS ORIGINARIOS HOY: DESPOJO, CONDICIONES DE VIDA Y ESTADO DE DERECHO
Conforme avanzó el desarrollo del Foro uno de los elementos que se fue conformando fue un diagnóstico, el aspecto descriptivo que necesariamente debe anteceder a cualquier procedimiento analítico. En este diagnóstico cabe resaltar los siguientes puntos:
1. En México hay una gran diversidad cultural, natural, de conocimientos y saberes propia de los pueblos originarios.
2. Hay, también, un proceso de despojo de la riqueza de dichos pueblos. Este proceso de despojo tiene distintas dimensiones y formas:
a. La diversidad existente no logra traducirse en procesos de bienestar para la población.
b. Se observa un sistemático proceso de expropiación de tierras de las comunidades indígenas, sin comprender que uno de los elementos constitutivos de la identidad indígena proviene de la tierra. Uno de los elementos centrales en este punto es la transformación del concepto de “utilidad pública” como argumento de expropiación. Lejos de una idea de bienestar social, las expropiaciones se llevan a cabo para consolidar los intereses económicos de grandes cadenas de hoteles, de empresas mineras o de latifundistas.
c. Procesos de intermediación de los productos provenientes del campo que resultan intercambios profundamente injustos al pagar muy bajos precios que se multiplican en las ventas finales.
3. Este proceso de despojo y explotación tiene un impacto inmediato en las condiciones de vida de los pueblos originarios, como se observó en los datos correspondientes a la situación de la niñez en Chiapas.
4. Además del proceso de despojo, se observa también un fallido estado de derecho que no logra garantizar las condiciones mínimas de respeto, protección, y garantía de los derechos humanos de las personas integrantes de los pueblos originarios. Esto se observa especialmente cuando se da prioridad a los intereses patrimoniales empresariales por encima de los derechos colectivos y comunitarios de los pueblos y cuando, frente al ejercicio del derecho a la protesta como una forma extrainstitucional de garantizar los derechos, la respuesta estatal es la criminalización de la protesta, como se observó especialmente en los casos de intereses de empresas mineras, pero que se observa en otras dinámicas de explotación.
De lo anterior, el segundo punto de esta declaración:
B.- Los pueblos originarios han sido sistemáticamente sometidos a procesos de despojo de sus saberes, diversidad, productos y trabajo a la par que el Estado tolera estas formas de despojo, no genera mecanismos de respeto, protección y garantía de sus derechos y los criminaliza cuando ejercen su derecho a la protesta. Por lo anterior, podemos concluir que este modelo de ejercicio del poder es endémico y estructural al sistema político-económico mexicano y propio de la forma de producción capitalista en México.
Otro aspecto que se observó en el foro es la transformación que puede observarse en los pueblos indígenas, en particular con sus cada vez mayores interacciones con la urbanidad, sin que ello signifique ni la pérdida de su identidad como indígena, ni de muchas de sus costumbres y tampoco de su estructura colectiva.

CONSTRUYENDO FUTUROS: PROPUESTAS DE SOLUCIÓN
Frente a este diagnóstico, durante el desarrollo del Foro, se fueron encontrando algunas experiencias de éxito con respecto a estos procesos así como experiencias que recién arrancan con buenas perspectivas y propuestas por iniciar. Entre ellas destaca:
1. La experiencia de educación popular, auto-sostenible y con objetivos comunitarios que se desarrolla en el barrio de Albany Park.
2. La construcción de sistemas de defensa de la integridad personal como las policías comunitarias y la necesidad de reconocer instituciones indígenas de impartición de justicia. Asimismo es importante reconocer y analizar los mecanismos de justicia de los pueblos originarios que pueden ayudar a pensar formas alternativas de resolución de conflictos.
3. Su relación con la tierra y con su entorno natural. En especial la relación de muchos de los pueblos originarios con el maíz, lo que ha conformado no sólo un mecanismo de alimentación y sustento, sino también un fuerte saber cultural. En particular, se considera elemental el impulso de la producción de maíz por parte del Estado tanto para fortalecer la soberanía alimentaria como para hacer efectivo el derecho a la alimentación con un producto clave en la cultura alimentaria mexicana.
4. Se encontraron también promesas en construcción sobre participación política como el municipio autónomo de San Juan Copala o la reciente aprobación del reconocimiento estatal de la autonomía indígena en Bolivia. Un elemento central en los análisis de participación política fue la identificación de la pérdida de los objetivos finales de las organizaciones indígenas cuando pierden su autonomía y se corporativizan a través de lazos con partidos políticos.
Lo anterior nos permite entender que uno de los elementos centrales de las democracias realmente existentes es que no están cumpliendo las expectativas económicas y sociales de los pueblos originarios, pero, peor aún, ni siquiera están logrando generar las expectativas de inclusión política propia de la democracia. Lo que tenemos son democracias con ciudadanías de baja intensidad. Frente a las exclusiones económicas, políticas, sociales y culturales de la democracia y el modelo de producción y distribución económica realmente existente, los pueblos originarios están realizando sus propios mecanismos de gobierno y sistemas de economía. De aquí que una de las exigencias centrales de los pueblos originarios, al igual que cualquier persona, es el de libertad, donde libertad significa reconocimiento de dignidad humana y, con ella, de sus prácticas, saberes y cultura así como del desarrollo de sus capacidades para constituirse como entes efectivamente libres sin, con ello, perder la colectividad propia de su cultura.
De lo anterior el tercer punto de la Declaración Final:
C.- Existen múltiples experiencias exitosas de formas de organización de los pueblos originarios que han logrado mejorar su calidad de vida. Estos procesos se relacionan con las múltiples dimensiones de seguridad personal, desarrollo económico, capacidad educativa, manteniendo los elementos inherentes a la colectividad de los pueblos originarios.


DIÁLOGO DE SABERES
Las instituciones académicas y los investigadores que las integramos somos productores de un saber: el conocimiento científico, pero este no es el único saber. Los pueblos originarios también tienen un patrimonio cultural constitutivo de diversos saberes profundamente valiosos. Incluso, al interior tanto de los pueblos originarios como de los otros es relevante conocer la mirada femenina como un saber distinto e invisibilizado por la mirada masculina. De aquí el último punto de la Declaración Final:
D.- Frente a la existencia de diversidad natural y cultural, y pese a los diversos procesos de despojo propios del sistema político y económico que impera en México, la propuesta no es generar una ruptura, sino un proceso de diálogo intercultural de saberes que permita eliminar los procesos de dominación y construir formas de inclusión de los pueblos originarios.

DECLARACIONES DE SOLIDARIDAD
El Foro Internacional: Patrimonio Biocultural, Saberes Ambientales y Derechos de los Pueblos Originarios se solidariza con los compañeros desplazados de Polho – Chiapas y con los compañeros sitiados de San Juan Copala – Oaxaca. Para ellos un abrazo solidario en estos momentos difíciles.

lunes, 18 de enero de 2010

Haiti: Estrategia del caos para una invasión

Haití: Estrategia del caos para una invasión

José Luis Vivas

ALAI AMLATINA, 18/01/2010.- El terremoto que arrasó Puerto Príncipe el 12 de enero pasado ofrece una pretexto inmejorable para justificar la enésima invasión y ocupación militar del Haití, ya ocupado desde 2004, pero ahora directamente por los principales promotores de esa ocupación, sin intermediarios. Motivos, políticos y estratégicos, no faltan. De paso, serviría para escarmentar al principal intermediario de la actual ocupación, Brasil, que a pesar de los buenos servicios prestados en Haití no se ha portado de la misma forma en relación al reciente golpe de Estado en Honduras.

Lo que hemos observado hasta el momento parece corroborar la tesis de que se está preparando una nueva ocupación militar, no humanitaria. Varios elementos lo indican como: fricciones con los actuales ocupantes, la Misión de Paz (MINUSTAH) de la ONU, especialmente con Brasil, que tiene el mando militar; entorpecimiento de la ayuda humanitaria y fomento de una situación de caos; y una campaña mediática consistente en la creación de una imagen de caos y violencia, que justificaría una ocupación ante la opinión pública. Como veremos abajo, todos esos componentes parecen estar presentes.

Hay motivos para sospechar que se está permitiendo deliberadamente el deterioro de la situación humanitaria en Haití. Por ejemplo la reconocida descoordinación en las tareas de rescate, ampliamente difundida por los medios. En teoría, correspondería a la ONU dirigir tales tareas, pero al parecer ésta ha sido desautorizada por los Estados Unidos, que ocupó desde primera hora uno de los puntos claves para la coordinación de las tareas de rescate, el aeropuerto. Sin el liderazgo de la ONU, y con un Estado haitiano “fallido” o, en lenguaje menos Orwelliano, quebrado de forma premeditada, no queda nadie que pueda dirigir las tareas de rescate eficientemente. Ciertamente tampoco las ONGs, que han venido recibiendo fondos internacionales para ejercer muchas de las funciones que deberían corresponder al gobierno haitiano. A las ONGs no se les puede exigir las mismas responsabilidades que a un gobierno, un hecho tal vez muy conveniente en estos momentos.

Otro elemento es la escasa prisa en el envío de ayudas por parte de EEUU, en contraste con la rapidez demostrada en a movilización militar. Incluso la distante China parece haberse adelantado a los Estados Unidos en el envío de auxilio. Así, el teniente general retirado del ejército estadounidense, Russell Honoré, que participó en las tareas de rescate tras el huracán Katrina en 2005, declaraba acerca de la situación de Haití tras el terremoto: “pienso que eso ya hemos aprendido durante el Katrina, llevemos agua y alimentos y comencemos a evacuar a la gente… Pienso que deberíamos haber comenzado con más premura” Por ejemplo, mientras las fuerzas armadas de EEUU parecen haber sido movilizadas con bastante rapidez, un buque hospital de la marina se está preparando con más parsimonia: “es un buque lento, algo viejo, tardará una semana en llegar una vez que lo hayamos puesto a punto”, aclara un portavoz del Pentágono. Quizá no puedan hacer nada mejor con el viejo buque, pero deberían existir otros medios para acelerar las ayudas. Por ejemplo, se podría seguir la sugerencia algo herética de Lawrence Korb, ex secretario asistente de Defensa de EEUU, de aprovechar los conocimientos de los cubanos en las tareas de rescate: “debemos pararnos y pensar que nuestro vecino Cuba cuenta con algunos de los mejores médicos del mundo… Deberíamos tratar de trasladarlos allí en en nuestros vuelos “.

Todo eso nos deja la impresión que, en el mejor de los casos, las tareas de rescate no son una prioridad para el gobierno de EEUU, al contrario de las puramente militares, como el envío de “3500 soldados de la 82 División Aerotransportada de Fort Bragg”, cuya misión “no está clara”, según el Christian Science Monitor. Pero quizá quede más clara con esta explicación del portavoz del Departamento de Estado de EEUU Philip Crowley: “Nosotros no estamos adueñándonos de Haití. Estamos ayudando a estabilizar el país. Estamos ayudando en el suministro de material y socorro para salvar vidas, y vamos a permanecer allí a largo plazo para ayudar a reconstruir Haití.” Y también las palabras posteriores de la secretaria de Estado Hillary Clinton, asegurando que las fuerzas norteamericanas se quedarían en Haití “hoy, mañana, y previsiblemente en el futuro”.

Las fricciones diplomáticas con otros países, especialmente Brasil, que está al mando de las tropas de la ONU en Haití, no tardaron en manifestarse, lo que parece indicar también que la “misión” norteamericana en Haití va mucho más allá de lo puramente humanitario. Hasta hoy Brasil había cumplido diligentemente con el papel que le fue designado en Haití. Sus tropas se dedicaban a controlar y, en ocasiones, aterrorizar a la población haitiana, especialmente a los más pobres, de una forma que ya habían perfeccionado en las favelas de Brasil. Como informa en una entrevista el periodista Kim Ives, de Haiti Liberté, la presunta misión de la paz de la ONU en Haití, liderada por brasileños, “es extremadamente mal vista [por la población haitiana]. La gente está harta y cansada de que se estén gastando millones en ella, de observar como los muchachos se la pasan dando vueltas por todas partes dentro de tanques gigantescos y apuntándoles con los fusiles. Y es que, como sabes, esta es una fuerza cuya misión es la de someter al país”.

Cabe esperar que los EEUU entrarían en conflicto con Brasil si la intención del primero es la de asumir un papel militar en Haití. El conflicto no tardó en producirse. En palabras del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el 14 de enero, “sería absolutamente deseable que todas esas fuerzas estuvieran coordinadas por el comandante de la MINUSTAH allí” (3). Pero los EEUU no aceptaron esta propuesta. Funcionarios del gobierno de EEUU han indicado que sus fuerzas “coordinarán” sus acciones con la dirección de la MINUSTAH, y nada más: “Vamos a actuar bajo comando de los EEUU en apoyo a una misión de la ONU en nombre del gobierno y del pueblo haitiano”, declara Crowley .

Como esa “coordinación” está funcionando se puede deducir de la reacción del ministro de defensa de Brasil, Nelson Jobim, criticando el control “unilateral” de EEUU sobre el aeropuerto de Puerto Príncipe, que según él se tomó sin que otros países fueran consultados, y que estaría entorpeciendo el aterrizaje de aviones de la FAB (Fuerza Aérea Brasileña) cargados de personal y mantenimientos. Como indica el diario brasileño Folha de São Paulo, esa situación “ha causado un pequeño problema diplomático entre Brasil y EEUU. Además de entorpecer el aterrizaje de los aviones de la FAB, los brasileños se quejan de que el control norteamericano habría impedido el acceso de la MINUSTAH (Misión de paz de la ONU en el Haití, liderada por brasileños) al local [el aeropuerto]”

A pesar de declaraciones posteriores de Hillary Clinton a Jobim, asegurando que “las fuerzas norteamericanas van a cumplir funciones esencialmente humanitarias, sin interferir en la seguridad pública del país”, el hecho es que tales funciones “humanitarias” estarán comandados “no por agencias civiles del gobierno… sino por el Pentágono” , a través de SOUTHCOM (Comando Sur de los Estados Unidos), cuya misión es la de “conducir operaciones militares y promocionar la cooperación en seguridad para lograr los objetivos estratégicos de los Estados Unidos”, como señala Michel Chossudovsky, del Global Research,.

Otro elemento importante es la aparente instrumentalización de un supuesto estado de caos en Haití, al que también podría contribuir la quizás premeditada descoordinación en la distribución de la ayuda humanitaria. El objetivo aquí sería el de crear una imagen de caos y violencia que justifique la invasión ante la opinión pública, y para eso hay que contar con la colaboración estrecha de los grandes medios de información. Al menos los medios más afines al gobierno norteamericano parecen no haber perdido tiempo en este sentido. Desde el primer momento han tratado de dramatizar la situación, por ejemplo a través de la difusión de rumores de ráfagas de supuestos tiroteos, que nadie más en Puerto Príncipe parece haber oído, o de la formación de nuevas bandas criminales. Así, ya un par de días después del terremoto podíamos leer, en un artículo intitulado “¿Tomarán las bandas criminales el control del caos haitiano?”, las siguientes ominosas palabras: “cuando la oscuridad cubrió la ciudad de Puerto Príncipe, asolada por el terremoto, moradores informaron que habían oído tiros. Eso difícilmente constituía una sorpresa: en Haití, durante las emergencias – naturales o políticas – tiros pueden ser tan omnipresentes por la noche como el ladrido de los perros, con bandas armadas adueñándose de las calles”. El hecho de que nadie parece haber oído esos tiros ni visto tales pandillas adueñándose de las calles, puede indicar que la intención aquí es la de crear una falsa imagen de caos que haga más aceptable para la opinión pública una eventual invasión y ocupación del país.

La mayor parte de los medios machacan ahora con imágenes de caos y violencia. Pero hay excepciones. Así, como explica el coordinador del Canadian Haiti Action Network, Roger Annis, refiriéndose a un reportaje de la BBC que no muestra nada de esa supuesta violencia, este “contrasta fuertemente con las advertencias de saqueo y violencia que llena las ondas de canales de noticias tales como la CNN”, y que “están siendo reproducidas por el secretario de Defensa de EEUU Robert Gates”. Indagado por los medios acerca del motivo por el cual no se estaban lanzando provisiones desde el aire, Gates contesta que “me parece que lanzamientos desde el aire simplemente van a provocar disturbios”, que por lo visto Gates considera peor que la falta de provisiones.

Lo más macabro de todo esto es que las ayudas podrían no estar llegando a los damnificados debido a una intención deliberada de provocar ese mismo estado de caos y violencia que parece no existir hasta el momento. Según Roger Annis “está creciendo la evidencia acerca de una negligencia monstruosa hacia el pueblo haitiano tras el catastrófico terremoto de 3 días atrás. A medida que provisiones médicas vitales, alimentos, substancias químicas para purificación del agua y vehículos se están amontonando en el aeropuerto de Puerto Príncipe, y que los medios están informando de un esfuerzo internacional masivo para suministrar ayuda de emergencia, los moradores de la ciudad destrozada se preguntan cuándo podrán ver algún tipo de ayuda”.

El reportero de la BBC Andy Gallaguer declara también que anduvo por todas las partes de la capital durante el viernes, 15 de enero, y que “no observó nada más que cortesía de parte de los haitianos que encontró. En todas partes fue llevado por los moradores a ver lo que había sucedido en sus vecindarios, sus casas y sus vidas. Y entonces preguntaban: ¿dónde están las ayudas?” A la declaración del secretario de defensa norteamericano que motivos de “seguridad” estarían impidiendo la distribución de ayuda, Gallaguer contesta que “yo no estoy viendo nada de eso”. Sobre la situación en el aeropuerto, informa que “hay una gran cantidad de material en el suelo y mucha gente allí. Yo no sé qué problemas hay con la entrega”. Igualmente, según palabras de un observador local, “los agentes de los medios están buscando historias de haitianos desesperados que estén actuando de forma histérica. Cuando en realidad lo más común es verlos actuar de forma sosegada, mientras que la comunidad internacional, la élite y los políticos están desquiciados con ese tema, y ninguno parece tener la mínima idea de lo que está pasando”

No solamente no hay planes de transportar a médicos cubanos a la isla, sino que la ocupación del aeropuerto se dio inmediatamente después de la llegada de 30 médicos cubanos para reunirse con los cerca de 300 que ya estaban en la isla desde hace más de un año. Y muchos sospechan que algo podría tener que ver con la ocupación del aeropuerto. Trinidad & Tobago Express, por ejemplo, informa que “una misión de ayuda emergencia de la Comunidad Caribeña [Caricom] a Haití, incluyendo a jefes de gobierno y funcionarios técnicos de relieve, no pudo obtener permiso este viernes para aterrizar en el aeropuerto de ese país devastado, ahora bajo control de los Estados Unidos.” Además, “indagado acerca de si las dificultades encontradas por la misión de Caricom podrían estar relacionadas con informes de que las autoridades norteamericanas no estarían ansiosas en facilitar el aterrizaje de naves procedentes de Cuba y Venezuela, el primer ministro Golding [de Jamaica] contestó que ‘solamente espero que no haya ninguna verdad en ese tipo de pensamiento inmaduro, a luz de la espantosa extensión de la tragedia de Haití’…”.

El siguiente testimonio del director del Ciné Institute de Jacmel, David Belle, también contradice radicalmente la imagen de caos y violencia difundida por los medios. “Me han contado que muchos medios informativos norteamericanos pintan Haití como un polvorín a punto de explotar. Me han dicho que los reportajes principales de los grandes medios solo hablan de violencia y caos. Nada hay más lejos de la realidad… Ni una sola vez he sido testigo de un solo acto de agresión o violencia. Al contrario, hemos visto a vecinos ayudando a vecinos y amigos ayudando a amigos y extraños. Hemos visto a vecinos excavando en los escombros con las manos desnudas para encontrar a supervivientes. Hemos visto a curanderos tradicionales tratando a los heridos; hemos visto ceremonias solemnes ante entierros colectivos, y a moradores esperando pacientemente, bajo un sol abrasador, con nada más que unas pocas pertenencias que les quedaron. Una ciudad mutilada de dos millones de seres esperando ayuda, medicina, alimento y agua. La mayoría no ha recibido nada. Haití puede enorgullecerse de sus sobrevivientes. Su dignidad y decencia frente a esta tragedia son en sí mismas asombrosas”.

Todos esos elementos justifican la sospecha de que está en marcha una macabra estrategia del caos para justificar una invasión y ocupación que por lo visto nada tendrá de humanitaria.

domingo, 3 de enero de 2010

dificl 2010

El difícil 2010
El año que comienza se presenta para México como el más difícil de las décadas recientes. En prácticamente todos los ámbitos de la vida nacional el horizonte es sombrío e incierto y las posibilidades de una recomposición no parecen cercanas ni probables.

Sin duda, el frente más alarmante es el económico. En buena parte del globo parecen amainar los peores efectos de la crisis mundial que se desencadenó a fines del año antepasado, pero en nuestro país la recesión dista de haber tocado fondo y aún están por verse las consecuencias en la producción de la severísima contracción experimentada por el mercado interno. El incremento del desempleo, la grave pérdida del poder adquisitivo de los salarios y los implacables incrementos de impuestos y tarifas harán inviable la existencia de múltiples empresas medianas y pequeñas que cifraban su supervivencia en la colocación de sus productos y servicios en el mercado nacional. De manera previsible, ello redundará en una segunda oleada de despidos que agudizará la crisis.

Tales fenómenos indeseables ocurren en el escenario de previo desastre social que dejan tras de sí cuatro sexenios sucesivos de políticas económicas neoliberales: pobreza y miseria, marginación, desintegración social y familiar, erosión alarmante de los sistemas públicos de salud y educación y, como consecuencia, incremento de las conductas antisociales que alimentan el crecimiento imparable de la delincuencia organizada y sus secuelas de violencia, inseguridad y colapso del estado de derecho. En este contexto, no hay política de combate a la criminalidad, ni siquiera si se tratara de una estrategia lúcida y planificada –lo que no parece ser el caso de la que está en curso– con perspectivas de éxito apreciable. Por ello, si el año pasado las muertes provocadas por ese fenómeno difuso y confuso llamado guerra contra la delincuencia alcanzaron una cuota sin precedente, parece difícil que las cifras se reduzcan en el que comienza. Tampoco parece haber margen de acción para que las autoridades federales, estatales y municipales recuperen algo del territorio que han perdido, en términos de control regional, a manos de las corporaciones criminales, por espectaculares que resulten los golpes que les propinen las fuerzas militares y civiles. Y, desde luego, en semejante entorno no existen las condiciones requeridas para iniciar la reversión del proceso de corrupción e infiltración sufrido por las dependencias públicas, las cuales, en no pocos casos, se revelan como instrumentos al servicio de cárteles de la droga, de bandas dedicadas al secuestro o de otras expresiones delictivas.

En el ámbito político las cosas no se presentan menos desesperanzadoras. El predominio de los llamados poderes fácticos –particularmente, el de los conglomerados mediáticos privados y el de las corporaciones extranjeras dedicadas a los sectores energético, minero y de servicios públicos– es evidente, escandaloso y nugatorio del orden institucional; los partidos políticos, en su conjunto, enfrentan un descrédito sin precedentes; las instancias judiciales han empañado su autoridad moral con la emisión de fallos que la opinión pública encuentra repudiables y con una supeditación al Ejecutivo cada vez menos discreta; el Legislativo, dominado por la dupla PRI-PAN y por el oportunismo de otras formaciones menores, se muestra incapaz de actuar como contrapeso a las extralimitaciones gubernamentales y de defender a la población en general de ofensivas autoritarias que apuntan a reducir o desaparecer los derechos políticos y laborales y las garantías individuales; organismos antaño acreditados, como el Instituto Federal Electoral y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, experimentan hoy una falta de credibilidad que les impide desempeñar adecuadamente sus funciones; el Ejecutivo federal, por su parte, cada vez más aislado y reducido, no acaba de encontrar otras formas de hacer política que la imposición, la evasión, el recurso a la policía y a las fuerzas armadas y la repetición inagotable de un discurso triunfalista muy distante de la alarmante y desastrosa circunstancia.

No es necesario acudir a los lugares comunes de la esoteria catastrofista ni a los fatalismos místicos del ciclo centenario para percibir los peligros reales de estallido social que se presentan en el país. Independientemente de lo que haya ocurrido en 1810 y en 1910, en este año el país enfrenta una situación crítica y la institucionalidad nacional en su conjunto no parece capaz de enfrentarla. Son la civilidad y la inteligencia de la sociedad –que son enormes– las que podrán, en todo caso, evitar un colapso nacional mayúsculo y permitir al país la superación de estos años de pesadilla.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Villoro Juan. Futbol y Justicia

Futbol y justicia

Juan Villoro
11 Dic. 09

Cada vez que un árbitro se equivoca, los fanáticos se acuerdan de la señora de cabellos grises que tuvo la mala fortuna de parirlo.

El futbol es la forma de la pasión mejor repartida del planeta. Las presiones que sufre un silbante son inmensas. La FIFA le aconseja estar a dos metros de la pelota, pero la realidad le entrega descolgadas de vértigo y rebotes parabólicos. En una fracción de segundo, con la vista nublada por el sudor, debe impartir justicia. Su decisión desatará odios y calumnias. El capricho más arraigado del futbol consiste en pedirle objetividad al árbitro y valorarlo con subjetividad.

¿Por qué acepta alguien tan inclemente oficio? La razón es sencilla: nadie es tan aficionado al futbol como un árbitro. Se trata del hincha más secreto y resistente, el aficionado absoluto que por amor al juego no muestra su amor a una camiseta. Obviamente, preferiría ser delantero y llegar al estadio en un bruñido coche deportivo. Por desgracia, sus facultades dan para seguir jugadas pero no para inventarlas. Así las cosas, se contenta con ser el testigo más cercano de la gesta. Sabe que el partido sería imposible sin su presencia y soporta comentarios que no son deudores de la razón, sino del sonido y de la furia.

Idéntico a la vida, el futbol se somete a un principio de incertidumbre. Un silbante nos regala un pénalti y otro se acerca a nuestro ídolo con pasos de fusilamiento y extrae del bolsillo la tarjeta del rubor y la ignominia. El responsable de soplar la ley es el atribulado representante del factor humano. El futbol sería menos divertido y menos ético si no se equivocara.

La reciente eliminación de Irlanda reabrió la polémica sobre la precariedad del arbitraje. En forma injusta, Francia calificó al Mundial. Todo el mundo vio que Henry se acomodaba el balón con la mano para dar un pase que acabaría en gol. Todo el mundo, menos el árbitro. Para colmo, se trató de un error típico. Los silbantes suelen equivocarse en favor de las escuadras poderosas que juegan en su casa. Días después, el Real Madrid enfrentó en el Bernabéu al débil Almería de Hugo Sánchez. El equipo andaluz defendía un heroico 2-2 cuando su portero se lanzó a los pies de un atacante y le sacó el balón. El jugador madridista tropezó y el árbitro decretó pénalti. Cristiano Ronaldo cobró la falta y el portero atajó el tiro. El balón fue a dar a Benzema, quien, de manera ilegal, se encontraba dentro del área en el momento del cobro. El francés anotó y las ilusiones de los pobres se desvanecieron ante la doble fechoría de los millonarios. Una ignominia que obliga a pasar la noche en blanco (castigo adicional para los que detestamos ese color en el futbol).

¿Debe cambiar esto? Los comentaristas de televisión piden que se use el replay para revisar jugadas. Se trata de una opinión interesada que daría aún más poder a la televisión. Las desventajas de este método son muchas. Por principio de cuentas, las cámaras no son objetivas: una toma puede mostrar que la jugada ocurre en fuera de lugar y otra sugerir que el delantero está en posición correcta. Las máquinas también tienen fantasmas. Por lo demás, revisar la jugada interrumpiría un deporte que corre al parejo de la vida. En casos de mucha confusión los partidos durarían como una ópera de Wagner.

El balompié es el más democrático de los deportes. Basta que las porterías tengan redes para que un llano se someta a la misma justicia que Maracaná. Si esto se modifica, en las canchas con tribunales electrónicos se practicaría otro deporte.

Es obvio que los árbitros deben perfeccionar su trabajo y que sus pifias merecen sanciones posteriores. El que se equivoca no va al Mundial; si ya está ahí, no pita la final. Por su parte, el jugador tramposo es suspendido. Los desaguisados no quedan del todo impunes y reciben el más importante de los veredictos: la memoria de la tribu.

Pero la justicia futbolística no puede ser perfecta por una razón aún más importante: el árbitro no es un enviado de Dios ni del gobierno. Tiene un papel mucho más significativo: juega a cumplir la ley. Como los futbolistas, se sirve de las reglas en busca del más alto rendimiento. A veces acierta y a veces falla. Estamos ante un ejemplo superior de la elección individual. Presionado por su circunstancia, actúa conforme a su conciencia. No quiere fallar, pero puede hacerlo. Bajo nuestra voraz mirada, improvisa una sentencia.

El futbol surgió para encandilar a una especie competitiva; sus triunfadores se convierten en ídolos. Pero su jurisprudencia depende de alguien que es como nosotros.

Homero, primer cronista deportivo, dejó una épica definición de lo humano. Cuando Héctor enfrenta a Aquiles sabe que no vencerá al protegido de los dioses. Consciente de su mortalidad, acepta el desafío, el precario regalo de ser hombre.

El futbol se inventó para que Aquiles anotara los goles y Héctor decidiera si son válidos. No tiene caso modificar tan singular atrevimiento: 22 futbolistas juegan a ser dioses y tres jueces juegan a ser hombres.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Armando Bartra y Luciano Concheiro Las sociedades rurales ante la Gran Crisis y la Crisis Civilizatoria: entre la debacle y la hora del “buen vivir”

Las sociedades rurales ante la Gran Crisis y la Crisis Civilizatoria: entre la debacle y la hora del “buen vivir”

Armando Bartra y Luciano Concheiro



Si preguntamos por los efectos agrarios de la recesión económica los campesinos hablan de astringencia crediticia, se muestran temerosos de que disminuya la demanda de cultivos alimentarios no básicos y si son exportadores reconocen que la devaluación del peso los benefició, nada demasiado dramático para lo que son los usos rurales. En cambio cuando se menciona la crisis ambiental abundan en recuento de daños: sequía, temporal errático, retraso de los tiempos de siembra, incremento de plagas, inundaciones…; pero también resienten el encarecimiento de fertilizantes y combustibles derivada de la crisis energética, padecen como consumidores el encarecimiento resultante de la crisis alimentaria que paradójicamente poco los beneficia como productores, y les pega fuerte tanto la escasez y encarecimiento de la mano de obra ocasionado por la migración y las remesas, como la ruina que en las familias dependientes de los envíos de dólares ocasiona su progresiva reducción. Vapuleados desde hace años por la debacle ambiental, energética, alimentaria y migratoria los pequeños productores agropecuarios acusan menos el reciente estrangulamiento económico.
Desde fines de 2008 la recesión económica le quitó reflectores a la crisis múltiple que se debatía intensamente antes de que la debacle de las hipotecas inmobiliarias en EEUU y sus secuelas globales capturaran la atención de legos y especialistas.
La resignación ante el hecho de que crisis sea hoy sinónimo de crisis económica es preocupante porque hace a un lado las evidencias acumuladas durante años de que vivimos un quiebre histórico de grandes proporciones que reclama un drástico cambio de rumbo, y en cambio nos encierra en el debate sobre cuantos meses faltan para la “recuperación” y cuáles serán los ajustes necesarios para que la acumulación capitalista pueda retomar su camino fugazmente interrumpido.
La crisis económica es importante, sin duda, pero hay que ubicarla en el contexto de la crisis múltiple y duradera que nos aqueja desde fines del pasado siglo.

1. Agro y crisis: Entre la recesión y la debacle civilizatoria

(Para subir al cielo se necesita una crisis grande y otra chiquita)
Abundancia-escasez. La económica es una típica crisis de sobreproducción de las que periódicamente aquejan al capitalismo. Dicho de otra manera: se trata de una crisis de abundancia con respecto a la restringida capacidad adquisitiva de la demanda. En cambio la crisis múltiple, que llamaré Gran Crisis, es en esencia una crisis de escasez, del tipo de las hambrunas que aquejaban a la humanidad antes del despegue del capitalismo industrial y que aun después han seguido golpeando a muchos países periféricos pero ya no a los centrales (hasta ahora).
Cuando nos referimos al cambio climático y el deterioro ambiental hablamos sin duda de escasez global de recursos naturales. Cuando nos referimos a la crisis energética hacemos referencia a la progresiva escasez de los combustibles fósiles. Cuando nos referimos a la crisis alimentaria llamamos la atención sobre la escasez relativa de granos básicos, no respecto de las necesidades nutricionales de la población sino respecto de la demanda tanto alimentaria como forrajera, industrial y agroenergética, realmente existente, disponibilidad tendencialmente reducida sobre la que se monta la especulación de las trasnacionales. Cuando debatimos la disyuntiva comestibles-biocombustibles (o mejor dicho agrocombustibles) generada por el boom de los agroenergéticos, lo que esta detrás es la competencia por tierra fértil y agua dulce que son escasas.
Y escasez del peor tipo es también la que aqueja a la humanidad paria desechada por la economía del gran dinero. Detrás de la creciente exclusión económico-social no hay sólo una desproporción entre la demanda y la oferta laboral, es decir un desequilibrio relativo. Lo que se manifiesta como marginación estructural de millones de personas presuntamente sobrantes, es un problema de escasez absoluta de puestos de trabajo. Los ejércitos de desahuciados que para el sistema no valen ni como productores ni como consumidores, no pueden verse sólo como una colosal reserva laboral en espera de ser incorporada, sino también y sobre todo como expresión de la incapacidad del capitalismo para incluir productivamente segmentos crecientes del trabajo social. Perspectiva, esta, que en vez de mostrar a los marginados dentro del sistema pero por el momento en la banca, los muestra fuera del mismo y con pocas posibilidades de incorporarse. Y es que la competitividad necesaria para que los procesos productivos sean viables desde la lógica del lucro, reduce los espacios del trabajo vivo dentro de la producción global, generando una gran masa de personas redundantes; trabajadores potenciales que aparecen como prescindibles no porque su labor no pudiera generar satisfactores socialmente necesarios, sino porque explotar su trabajo no resulta lucrativo para el capital.
Resumiendo: al condicionar la producción a que genere ganancias el capitalismo reduce severamente su capacidad de incorporar trabajo vivo, lo que para el excluido se presenta como la forma más dramática de la escasez: escasez de condiciones materiales y económicas para desplegar sus capacidades vitales.
Estos y otros aspectos, como la progresiva escasez de espacio y de tiempo que se padece en los hacinamientos urbanos, configuran una gran crisis de escasez de las que la humanidad creyó que se iba a librar gracias al capitalismo industrial y que hoy regresan agravadas porque el sistema que debía conducirnos a la abundancia resultó no sólo injusto sino social y ambientalmente insostenible y ocasionó un catastrófico deterioro de los recursos indispensables para la vida.
Corta-larga. Las crisis económicas son cortas y por lo general al desplome sigue una recuperación más o menos prolongada del crecimiento. La Gran Crisis, en cambio, se expresa en un deterioro prolongado de las condiciones naturales y sociales de la producción, lapso en el que puede haber períodos económicos de expansión y de receso, pero cuya superación será lenta y dilatada pues además de virajes drásticos supone cambios en estructuras de larga duración.
Interna-externa. La recesión económica se manifiesta como estrangulamiento en el proceso de acumulación, puede describirse como erosión del capital por el propio capital y es una contradicción interna del sistema. No así la Gran Crisis, que se presenta como deterioro prolongado de la reproducción social, resultante de la erosión que el capitalismo ejerce sobre el hombre y la naturaleza y es una contradicción de carácter externo.
Capital-personas. La recesión preocupa desde el principio al capital porque sus saldos son desplome de las ganancias y los intereses, ruina de empresas, quiebras y destrucción de la capacidad productiva; el impacto sobre el salario, el empleo y el patrimonio de las personas es visto como un efecto colateral que se corregirá cuando el capital recupere su dinamismo. La Gran Crisis, en cambio, preocupa de arranque a las personas por cuanto la escasez lesiona directa e inmediatamente su calidad vida y sus posibilidades de reproducción social; sin duda también el capital se ve afectado por la limitada disponibilidad de ciertos insumos, pero en general la escasez propicia el acaparamiento, el rentismo y la especulación, de modo que si bien en perspectiva está en riesgo la reproducción del sistema, en el corto plazo las manifestaciones de la Gran Crisis dan ocasión a ganancias extraordinarias.
Centro-periferia. La crisis recesiva empieza en los sectores más desarrollados de la economía y golpea primero y de frente a los países centrales, para extenderse después y con menor virulencia a la periferia del sistema y a los sectores menos intensivos como la agricultura, que es contracíclica. La Gran Crisis, en sus dimensiones ambiental, energética, alimentaria y migratoria, nos afecta a todos sin excepción, pero sacude primero y con más fuerza a los países periféricos y las actividades agropecuarias. Entre los trabajadores, el sector que tiene empleo formal en la industria y los servicios es el más lacerado por la recesión y lo son menos los informales y los campesinos. En cambio la Gran Crisis no daña tan directamente a los trabajadores urbanos pero en cambio castiga con máxima severidad a los rurales.
Reumas-esclerosis múltiple. La recesión es un tropiezo en el curso del capital que este aprovecha para podarse y renovarse. La Gran Crisis es una debacle polifacética que puede administrarse con algunos parches pero plantea la necesidad de un cambio de sistema.
Coyuntura-estructura. La recesión es de carácter coyuntural y al sumarse al desgaste del patrón de acumulación de las últimas décadas puede transformarse en un golpe terminal al neoliberalismo como modelo dominante en la fase más reciente del capitalismo. La Gran Crisis, en cambio, es de carácter estructural, y si bien es en parte responsable del desgaste del reciente patrón de acumulación, constituye un emplazamiento a jubilar no sólo al modelo neoliberal sino al sistema capitalista en cuanto tal.
Reforma-revolución. No es lo mismo padecer una de tantas crisis de sobreproducción, es decir de abundancia, que tener, como ahora, una crisis de abundancia en el contexto de una crisis de escasez. Por si misma la recesión nos emplaza a corregir algunos problemas del modelo neoliberal, como la vampirización de la economía real por el sistema financiero; en cambio la crisis económica vista como parte de la Gran Crisis, nos emplaza a darle al estrangulamiento del modelo neoliberal una salida que enfrente también las contradicciones estructurales del capitalismo como sistema. La sola recesión nos emplaza a buscar reformas que le permitan al sistema seguir funcionando, la crisis económica en el marco de la Gran Crisis nos emplazan a buscar la salida a los problemas coyunturales por un camino que nos saque paulatinamente del sistema.
Circunstancial-epocal. Digamos, para terminar, que la recesión es breve, chicoteante, venenosa... y aunque resulta de una larga acumulación de tensiones y desequilibrios económicos, es un típico evento de la “cuenta corta”que dura apenas meses o años. La Gran Crisis, en cambio, es silenciosa persistente, caladora... y su sorda devastación se prolonga por lustros o décadas, marcados por estallidos a veces intensos pero no definitivos, que en la perspectiva de la “cuenta larga” configuran un periodo de crisis epocal.
A fines de 2008 el tropezón financiero opacó la crisis múltiple que se debatía intensamente antes que las secuelas globales del desfondamiento de las hipotecas inmobiliarias en EEUU acapararan la atención. Y la recesión importa, pero hay que ponerla en el contexto del estrangulamiento polifacético y duradero que nos aqueja desde fines del pasado siglo. En cuanto al campo, la recesión también lo golpea, sin embargo sus particularidades hacen que el impacto sea relativamente menor ahí que en la industria y los servicios. En cambio la Gran Crisis, que incide en todo, es más severa en el agro.
Capoteando la recesión. La agricultura tiene un comportamiento contracíclico, es decir que su desempeño no sigue las tendencias del resto de la economía. Esto es así pues gran parte de la producción agropecuaria es de alimentos, que tienen una demanda poco flexible, además de que en un sector caracterizado por la diversidad agroecológica, la obsolescencia y renovación tecnológica son menos homogéneas y más lentas que en otros. Así, en el primer semestre de 2009, mientras la economía mexicana presentaba un crecimiento negativo de más de 9%, la producción agropecuaria seguía expandiéndose a tasa de 1.3%. Es decir que el campo está relativamente desamarrado del resto de la economía e igual que el crecimiento en industria y servicios no lo arrastra, tampoco sigue a estos en la recesión.
Por otra parte, en años recientes la producción agropecuaria, pesquera y forestal ha representado alrededor del 3.5 % del Producto Interno Bruto, de modo que en términos monetarios su comportamiento poco significa para el conjunto de la economía, acotado por la dinámica de los servicios y la industria.
El campo cuenta mucho más de lo que pesa en el PIB, pero esto se debe al valor no directamente económico de sus aportaciones: garante de la seguridad alimentaria, fuente de “servicios” ambientales, matriz cultural, habitad de casi un tercio de la población, retaguardia social en las crisis, espacio de gobernabilidad o ingobernabilidad, entre las más importantes.

Acosado por la debacle sistémica. Poco sensible a la recesión, el agro es, en cambio, víctima principal de todas demás dimensiones de la debacle sistémica. Veamos:
Aunque menor que el urbano-industrial es sustantivo el aporte agrario de gases de efecto invernadero inductores del cambio climático y el deterioro de los recursos naturales: bosques, tierras, aguas, biodiversidad, entre otros, ocurre mayormente en su ámbito y en gran medida es su responsabilidad. En cuanto a sus efectos, es claro que el calentamiento global lo padecemos todos pero sequías, lluvias torrenciales y huracanes frecuentes y poderosos impactan más al mundo rural.
La crisis energética lo golpea con fuerza no sólo por que los hidrocarburos le son indispensables como fertilizantes y combustibles, sino también porque la opción de los agroenergéticos supone un cambio en el patrón de uso de tierras y aguas que constriñe a la agricultura alimentaria.
La crisis alimentaria cimbra al agro al poner en evidencia su decisiva importancia no tanto en la economía monetaria como en el sostenimiento de la vida, y al emplazarnos a emplear los recursos naturales conforme prioridades sociales y de modo sustentable si no queremos que se extienda la hambruna, la rebelión social, la ingobernabilidad…
(Cabe destacar que aun si se expresa en los precios, la debacle alimentaria forma parte de la Gran Crisis porque es un problema de escasez. En cambio no es previsible un tropiezo agrícola por sobreoferta generalizada y caída de cotizaciones, lo que sería una crisis de sobreproducción y formaría parte de la recesión. Que además de especulación hay un problema de disponibilidad de granos básicos, es decir de tendencial escasez, lo evidencia el que sus precios bajaron algo respecto a las de 2007 y 2008, pero siguen altos respecto de las tendencias históricas).
Éxodo rural: entre la Gran Crisis y la recesión. Un ejemplo claro de cómo la multidimensionalidad de la crisis tiene sobre el campo un efecto mucho más profundo que la sola recesión económica, es el impacto de una y otra sobre la migración de origen rural.
Ha corrido mucha tinta en torno al presunto regreso multitudinario de connacionales con motivo de la recesión en EEUU y se ha seguido con atención la tendencia de las remesas que con la pérdida de empleos en el país vecino han tenido una reducción compensada en parte por la devaluación del peso. Sin embargo el ramalazo es menor de lo anunciado por los alarmistas y posiblemente para el próximo año sus efectos remitirán, en parte, cuando se recupere la economía estadounidense.

Menos visible pero más profundo e irreversible, es el efecto acumulado de la migración remota y prolongada de los jóvenes rurales sobre las estrategias de sobrevivencia productivas y transgeneracionales de las familias y comunidades, núcleos campesinos que, contra su lógica ancestral, dejan de convertir en ahorro productivo el ingreso temporal que representan el trabajo extraparcelario a jornal y ahora las remesas, para invertirlo básicamente en bienes de consumo duraderos. Esto significa que muchos pequeños productores dejaron de ver más allá de esta generación y que la pérdida de valores, saberes y recursos materiales puede hacer irreversible la descampesinización en curso.
Hay quien piensa que la emigración es positiva pues reduce población rural y también es favorable que gran parte sea externa pues quita presión a la proverbial incapacidad de la economía mexicana de crear empleos al tiempo que las remesas reaniman el mercado interno. Grave miopía: con la emigración dilapidamos el “bono demográfico”, pues la mayor parte de la riqueza creada por nuestros jóvenes transterrados se queda en EEUU. Esto, junto con la desocupación, el subempleo y el trabajo subterráneo que no contribuye con cuotas a la seguridad social, está ocasionando una merma de ahorro nacional que nos llevará a la catástrofe en unos 20 años, cuando seamos un país de viejos que no tomó precauciones económicas ni fiscales para hacerle frente a la inversión de la pirámide demográfica.
El éxodo rural no es sólo ni principalmente un virtuoso ajuste del mercado global de trabajo. En sentido fuerte, la emigración masiva es uno de los efectos más dramáticos de la erosión espiritual y material que el capital ejerce sobre el tejido socioeconómico del mundo agrario, devastación tan irreversible y peligrosa como la que practica sobre los ecosistemas y recursos naturales.

2. Paréntesis ilustrativo: avances estratégicos riesgos tácticos en América Latina
(El optimismo como pesimismo informado)
Las crisis son señales del agotamiento de una fase histórica, pero no se puede confundir una cosa con la otra.
Después del capitalismo regulado que siguió a la crisis del 29, en el último tercio del siglo XX cursamos una fase de libertinaje financiero, concentración desmedida del capital, sobreexplotación del trabajo, rapiña de los recursos naturales, rentismo y especulación desbordada; flagelos que intensificaron sobre manera la polarización económica y la exclusión, además de ocasionar una inédita erosión de la naturaleza y de la sociedad, que nos puso al borde de la catástrofe.
Los principios y valores que sustentan el modelo que marcó la ruta del capitalismo salvaje, comenzaron a perder pié muy pronto -desde la década de los 90- y fueron sobre todo sus víctimas mayores ubicadas en la periferia quienes iniciaron gradualmente la demolición. Proceso lento, pues cambiar de paradigma es relativamente fácil dado que se trata de una decisión política, mientras que transformar un orden económico constreñido desde dentro y desde fuera, y presa de poderosas inercias, es un proceso dilatado y cuesta arriba.

La utopía campesina, opción civilizatoria
La peculiar ubicación de lo rural dentro del sistema capitalista hace que el impacto del retroceso económico general sea ahí distinto y en cierto sentido más leve que en la industria y los servicios, donde en cuestión de semanas se perdieron decenas de millones de puestos de trabajo. Esto dificulta la formulación una alternativa campesina integral dirigida específicamente a la recesión, entre otras cosas porque a diferencia de los trabajadores de la industria y los servicios, cuyo empleo depende de que la economía recupere su dinamismo global, los labriegos no ganan gran cosa con que se reanude la frenada acumulación de capital. Pero si no les preocupa demasiado que reviva el postrado capitalismo urbano industrial, si están vitalmente interesados en ponerle limites y candados a un orden que siempre a amenazado su existencia. Porque el sistema se las tiene sentenciada, el proyecto que los campesinos de México y el mundo han ido bosquejando en las últimas décadas, es una respuesta puntal y visionaria a las calamidades que resultan de las diversas dimensiones de la Gran Crisis sistémica.
Anticapitalismo innato. Golpeados de frente por el deterioro ambiental y el cambio climático, de los que son parcialmente responsables; víctimas directas de la crisis energética que dispara sus costos y en la opción de los agrocombustibles, compite por tierras y aguas; protagonistas de la debacle alimentaria y opuestos a falsas soluciones como los transgénicos, que no sólo atentan contra productores y consumidores sino contra la diversidad biológica; torrente fundacional y aun caudal importante del éxodo transfronterizo; damnificados mayores de un sistema político que si en general está en deuda con la verdadera democracia, en el campo sigue repitiendo las fórmulas clientelares del viejo “ogro filantrópico” los campesinos han ido edificando propuestas que al confrontarse con los filos más caladores del capitalismo en su modalidad agraria, esbozan una alternativa rural antisistémica no por belicosa y airada sino por radical y visionaria.
Veamos: Rescatar el campo es oponerse a la desruralización que el capitalismo emprendió desde sus años mozos; plantear una nueva y más justa relación entre agricultura e industria y entre el campo y las ciudades es marchar a contracorriente de la ancestral tendencia del sistema a desarrollar al mundo urbano-industrial a costa del rural-agrario; proponer e impulsar en la práctica una conversión agroecológica orientada a la sustentabilidad social y natural, es confrontarse con los patrones científico-tecnológicos depredadores del hombre y la naturaleza impuestos desde la primera revolución industrial; reivindicar tierras, aguas, biodiversidad, saberes y cultura como bienes colectivos es hacerle frente a la compulsión capitalista de mercantilizarlo todo; reclamar el derecho a la alimentación y a un trabajo digno pues comida y empleo no pueden ser dejados a los designios del mercado, es atentar contra el sagrado principio de la libre concurrencia; concebir y edificar el “mercado justo” entendido como una relación no sólo económica sino principalmente social donde productores y consumidores acuerdan cara a cara, es un oximoron -un contrasentido- en un orden donde el mercado es por definición ciego y desalmado; levantar las banderas de la autogestión económico-social y la autodeterminación política dentro de un sistema donde se pretende que todos nos sometamos a los dictados del mercado y del Estado es un atentado a los principios del liberalismo individualista acuñados desde la Ilustración; proclamar “ el “buen vivir” como opción a un “progreso” y un “desarrollo” siempre discutibles como conceptos y que además incumplieron sus promesas, es poco menos que una herejía.
Estas alternativas campesinas y muchas más, permiten avizorar algunos de los rasgos que deberá tener una modernidad otra. Altermundismo que en algunos es pura elucubración de cubículo mientras en el mundo rural es realidad en construcción, es utopía hecha a mano.
Quizá por que habitan en la periferia del sistema, quizá porque sin estar del todo fuera si están al margen de las formas más densas del capitalismo urbano-industrial, quizá por que tanto el gran dinero como el socialismo clásico los expulsaron de sus utopías, quizá porque siempre han sido vistos como desubicados y anacrónicos a los campesinos se les da lo antisistémico: imaginan fácilmente alternativas civilizatorias poscapitalistas. No tienen la receta -nadie la tiene, por que no la hay- pero sin duda son inspiradores.
Vientos de izquierda. Precedidos y acompañados por amplios y ascendentes movimientos sociales, en algo más de una década los gobiernos de muchos países latinoamericanos viraron a la izquierda, emprendiendo cambios progresivos más o menos distantes del aun imperante Consenso de Washington. Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Honduras y República de Salvador se fueron apartando de la ortodoxia, aun si fuera en los estrechos márgenes que dejaba la globalidad imperial.
La desobediencia franca o moderada de once países latinoamericanos es causa y efecto del agotamiento de un patrón de acumulación cuyos costos eran pagados al contado por las mayorías y cuyos beneficios se posponían una y otra vez. Las expresiones locales de la crisis climática, de la energética, de la alimentaria y de la económica abonaron la rebeldía contra un orden inhóspito, pero los cambios de rumbo no necesariamente siguen de las crisis. Incluso el viraje que en estados Unidos representó la elección de un presidente Demócrata y negro, se había venido incubando durante todo el segundo período de Bush, de modo que la crisis financiera no fue el trampolín de Obama sino su primer reto.
El agotamiento de la fase neoliberal del capitalismo y su paulatina deserción por algunos gobiernos, es un proceso relativamente lento y prolongado que se inició hace más de diez años. Así como la crisis alimentaria le dio la razón a quienes luchaban por la soberanía y seguridad en esa materia, la presente crisis económica confirma -por si hiciera falta- la absoluta pertinencia del cambio de rumbo.
Reflejos conservadores. Pero hay que tener claro que, en sí misma la crisis económica, no es disparador del cambio. Al contrario, al tiempo que dramatiza la inviabilidad del patrón de acumulación, el descalabro financiero erosiona aceleradamente los ingresos, empleos y patrimonio de los trabajadores, que más allá de sus protestas reactivas es posible que adopten posiciones defensivas y conservadoras.
En esta perspectiva, la crisis económica puede ser la puntilla de la fase neoliberal del capitalismo y ratifica y fortalece las vías alternas que algunos habían emprendido y por las que otros venían luchando, pero en el corto plazo el deterioro de las condiciones de vida y trabajo abonan más los corrimientos a la derecha que a la izquierda.
La crisis económica de 2008-2009 es la faceta que le faltaba a la multidimensionalidad de la Gran Crisis, en este sentido podemos ser estratégicamente optimistas pues después de este último golpe es más difícil que el neoliberalismo se levante indemne. Sin embargo por sus efectos inmediatos la recesión oscurece temporalmente el cuestionamiento radical del sistema que se desprende de la Gran Crisis, de modo que por el momento lo que se pone en primer plano es la salvación del capital y no de la humanidad y del planeta, además de que puede generar reflejos conservadores en las mayorías, en este sentido debemos ser tácticamente pesimistas.

3. Noticia buena, noticia mala
(El campo entre las dos crisis)
Si preguntamos por los efectos agrarios de la recesión económica los campesinos hablan de astringencia crediticia y presupuestal, se muestran temerosos de que disminuya la demanda de cultivos alimentarios no básicos y si son exportadores reconocen que la devaluación del peso los benefició, nada demasiado dramático para los apocalípticos usos rurales. En cambio cuando se menciona la crisis ambiental abundan en recuento de daños: sequía, temporal errático, retraso de los tiempos de siembra, incremento de plagas, inundaciones…. Pero también resienten el encarecimiento de fertilizantes y combustibles derivado de la crisis energética. Padecen como consumidores el encarecimiento resultante de la crisis alimentaria, que paradójicamente poco los beneficia como productores. Y les pega fuerte tanto la escasez y encarecimiento de la mano de obra ocasionado por la migración y las remesas, como la ruina que en las familias dependientes de los envíos de dólares ocasiona su progresiva reducción.
Vapuleados desde hace años por la debacle ambiental, energética, alimentaria y migratoria los pequeños productores agropecuarios acusan menos que otros el reciente estrangulamiento económico.
Capoteando con garbo la recesión. La agricultura tiene un comportamiento contracíclico, es decir que su desempeño no sigue las tendencias del resto de la economía. Esto es así pues gran parte de la producción agropecuaria es de alimentos, que tienen una demanda poco flexible, además de que en un sector caracterizado por la diversidad agroecológica, la obsolescencia y renovación tecnológica son menos homogéneas y más lentas que en otros.
Así, en el primer semestre de 2009, mientras la economía mexicana presentaba un crecimiento negativo de más de 9%, la producción agropecuaria seguía expandiéndose a tasa de 1.3%. Es decir que el campo está relativamente desamarrado del resto de la economía e igual que el crecimiento en industria y servicios no lo arrastra, tampoco sigue a estos en la recesión.
Por otra parte, en años recientes la producción agropecuaria, pesquera y forestal ha representado alrededor del 3.5 % del Producto Interno Bruto, de modo que en términos monetarios su comportamiento poco significa para el conjunto de la economía, acotado por la dinámica de los servicios y la industria.
El campo cuenta mucho más de lo que pesa en el PIB, pero esto se debe al valor no directamente económico de sus aportaciones: garante de la seguridad alimentaria, fuente de “servicios” ambientales, matriz cultural, habitat de casi un tercio de la población, retaguardia social en las crisis, espacio de gobernabilidad o ingobernabilidad, entre las más importantes.
Vapuleado por la debacle sistémica. Poco sensible a la recesión, el agro es, en cambio, víctima principal de todas demás dimensiones de la debacle sistémica. Veamos:
Aunque menor que el urbano-industrial, es sustantivo el aporte agrario de gases de efecto invernadero inductores del cambio climático; y el deterioro de los recursos naturales: bosques, tierras, aguas, biodiversidad, entre otros, ocurre mayormente en su ámbito y en gran medida es su responsabilidad. En cuanto a sus efectos, es claro que el calentamiento global lo padecemos todos pero sequías, lluvias torrenciales y huracanes frecuentes y poderosos impactan más al mundo rural.
La crisis energética golpea al agro con fuerza, no sólo por que los hidrocarburos le son indispensables como materia prima de fertilizantes y combustibles, sino también porque la opción de los agroenergéticos supone un cambio en el patrón de uso de tierras y aguas que constriñe a la agricultura que cosecha comestibles.
La crisis alimentaria cimbra al agro al poner en evidencia su decisiva importancia, no tanto en la economía monetaria como en el sostenimiento de la vida, y al emplazarnos a emplear los recursos naturales conforme prioridades sociales y de modo sustentable si no queremos que se extienda la hambruna, la rebelión social, la ingobernabilidad…
Cabe reiterar aquí lo dicho antes, que aun si se expresa en los precios, la debacle alimentaria forma parte de la Gran Crisis porque es un problema de escasez. En cambio por el momento no es previsible un tropiezo agrícola por sobreoferta generalizada y caída de cotizaciones, lo que sería una crisis de sobreproducción y formaría parte de la recesión.
Entre el ocultamiento y la escasez. Que además de especulación hay un problema de disponibilidad de granos básicos, es decir de tendencial escasez, lo evidencia el que los inventarios siguen reducidos y que sus precios internacionales descendieron algo frente a los de 2007 y 2008, pero se mantienen altos respecto de las tendencias históricas.
Pero hay también prospecciones que apuntan en el mismo sentido. La FAO, en voz de Hafez Ghanen (Para 2050 la producción de alimentos deberá ser 70% superior, alerta FAO, La Jornada 24/9/09), estima que en los próximos 40 años tendremos que producir 70% más alimentos. La meta no es técnicamente inalcanzable, pero se topa con tres dificultades: el cambio climático causado por un sistema insostenible que pese a las evidencias se resiste a cambiar, la creciente demanda de biocombustibles que provoca la insaciable sed de energía del mismo sistema y la apropiación privada y especulativa de los recursos naturales de los que depende la producción adicional de comida. Respecto de esto último, hay que tener presente que, siempre según la FAO, para responder a la demanda alimentaria de los próximos 40 años sería necesario incorporar al cultivo -de preferencia campesino- alrededor de 120 millones de hectáreas adicionales, sobre todo en Asia, África y América Latina. Pero sucede que en los últimos cinco años, gobiernos e inversionistas privados están comprando o arrendando vertiginosas extensiones de tierras cultivables, sobre todo en países en desarrollo como los asiáticos Sudan, Pakistán, Kazajstán, Camboya, Uganda, Birmania, Indonesia, Laos, Turquía; los africanos Camerún, Madagascar, Nigeria, Ruanda, Zambia y Zimbabwe y los latinoamericanos: Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador. Los mayores compradores son Corea , que adquirió 2.3 millones e hectáreas, China, que compró 2 millones, y así Arabia Saudita, India, Japón, Egipto, Bahrein, entre otros. Pero también compran tierra consorcios privados como Benetton, Mitsui y el holding saudí Bil Laden Group. (Stefania Muresu. Privatización de tierras fértiles, en Memoria, n. 237 agosto-septiembre, 2009).
Disputa territorial. La crisis tiene también una dimensión espacial, representada en la apropiación y subordinación del espacio en la lógica del capital. En primer lugar la privatización de lo público, que incluye la propiedad social y los recursos, así como el conocimiento mismo. Pero también, carreteras del “libre comercio”, “Planes Puebla-Panamá”, megaproyectos y en general un fracasado, pero aún vivo (por eso aún más peligroso) intento de hegemonización desde el norte, singularizado en EEUU. Es la crisis hegemónica que en su adecuación se anuncia violenta disputa territorial.
Estampida rural. Un ejemplo claro de cómo la multidimensionalidad de la crisis tiene sobre el campo un efecto mucho más profundo que la sola recesión económica, es el impacto de una y otra sobre la migración de origen rural.
Ha corrido mucha tinta en torno al presunto regreso multitudinario de connacionales con motivo de la recesión en EEUU y se ha seguido con atención la tendencia de las remesas que con la pérdida de empleos en el país vecino han tenido una reducción compensada en parte por la devaluación del peso. Sin embargo el ramalazo es menor que lo anunciado por los alarmistas y posiblemente para el próximo año sus efectos remitirán, en parte, cuando se recupere la economía estadounidense.
Menos visible pero más profundo e irreversible, es el efecto acumulado de la migración remota y prolongada de los jóvenes rurales, sobre las estrategias de sobrevivencia productivas y transgeneracionales de las familias y comunidades. Núcleos campesinos que, contra su lógica ancestral, dejan de convertir en ahorro productivo el ingreso temporal que representan el trabajo extraparcelario a jornal y ahora las remesas, para invertirlo básicamente en bienes de consumo duraderos. Esto significa que muchos pequeños productores dejaron de ver más allá de esta generación y que la pérdida de valores, saberes y recursos materiales puede hacer irreversible la descampesinización en curso.
Hay quien piensa que la emigración es positiva pues reduce población rural y también es favorable que gran parte sea externa pues quita presión a la proverbial incapacidad de la economía mexicana de crear empleos, al tiempo que las remesas reaniman el mercado interno. Grave miopía: con la emigración dilapidamos el “bono demográfico”, pues la mayor parte de la riqueza creada por nuestros jóvenes transterrados se queda en EEUU. Esto, junto con la desocupación, el subempleo y el trabajo subterráneo que no contribuye con cuotas a la seguridad social, está ocasionando una merma de ahorro nacional que nos llevará a la catástrofe en unos 20 años, cuando seamos un país de viejos que no tomó precauciones económicas ni fiscales para hacerle frente a la inversión de la pirámide demográfica.
El éxodo rural no es sólo ni principalmente un virtuoso ajuste del mercado global de trabajo. En sentido fuerte, la emigración masiva es uno de los efectos más dramáticos de la erosión espiritual y material que el capital ejerce sobre el tejido socioeconómico del mundo agrario, devastación tan irreversible y peligrosa como la que practica sobre los ecosistemas y recursos naturales.

4. El proyecto campesino como opción civilizatoria
(Rústicas utopías desde los márgenes)
La peculiar ubicación de lo rural dentro del sistema capitalista hace que el impacto del retroceso económico general sea ahí distinto y en cierto sentido más leve que en la industria y los servicios, donde en cuestión de semanas se perdieron decenas de millones de puestos de trabajo. Esto dificulta la formulación una alternativa campesina integral dirigida específicamente a la recesión, entre otras cosas porque a diferencia de los trabajadores de la industria y los servicios, cuyo empleo depende de que la economía recupere su dinamismo global, los labriegos no ganan gran cosa con que se reanude la frenada acumulación de capital. Pero si no les preocupa demasiado que reviva el postrado capitalismo urbano industrial, si están vitalmente interesados en ponerle limites y candados a un orden que siempre a amenazado su existencia.
Porque el sistema se las tiene sentenciada, el proyecto que los campesinos de México y el mundo han ido bosquejando en las últimas décadas, es una respuesta puntal y visionaria a las calamidades que resultan de las diversas dimensiones de la Gran Crisis sistémica.
Anticapitalismo innato. Golpeados de frente por el deterioro ambiental y el cambio climático, de los que son parcialmente responsables; víctimas directas de la crisis energética que dispara sus costos y en la opción de los agrocombustibles, compite por tierras y aguas; protagonistas de la debacle alimentaria y opuestos a falsas soluciones como los transgénicos, que no sólo atentan contra productores y consumidores sino contra la diversidad biológica; torrente fundacional y aun caudal importante del éxodo transfronterizo; damnificados mayores de un sistema político que si en general está en deuda con la verdadera democracia, en el campo sigue repitiendo las fórmulas clientelares del viejo “ogro filantrópico” los campesinos han ido edificando propuestas que al confrontarse con los filos más caladores del capitalismo en su modalidad agraria, esbozan una alternativa rural antisistémica no por belicosa y airada sino por radical y visionaria.
Veamos:
Rescatar el campo, salvarlo, es oponerse a la desruralización que el capitalismo emprendió desde sus años mozos.
Plantear una nueva y más justa relación entre agricultura e industria y entre el campo y las ciudades, es marchar a contracorriente de la ancestral tendencia del sistema a desarrollar al mundo urbano-industrial a costa del rural-agrario.
Imaginar desde los territorios rurales (ejidos y comunidades rurales, aunque también pequeñas unidades privadas) las autonomías posibles y las deseables para ir más allá.
Proponer e impulsar en la práctica una conversión agroecológica orientada a la sustentabilidad social y natural, es confrontarse con los patrones científico-tecnológicos depredadores del hombre y la naturaleza impuestos desde la primera revolución industrial.
Reivindicar tierras, aguas, biodiversidad, saberes y cultura como bienes colectivos es hacerle frente a la compulsión capitalista de mercantilizarlo todo.
Reclamar soberanía alimentaria y soberanía laboral que permitan garantizar el derecho a la alimentación y a un trabajo digno, pues comida y empleo no pueden ser dejados a los designios del mercado, es atentar contra el sagrado principio de la libre concurrencia.
Concebir y edificar el mercadeo solidario, el “mercado justo” entendido como una relación no sólo económica sino principalmente social donde productores y consumidores acuerdan cara a cara, es un oximoron, contrasentido en un orden donde el mercado es por definición ciego y desalmado.
Levantar las banderas de la autogestión económico-social y la autodeterminación política dentro de un sistema donde se pretende que todos nos sometamos a los dictados del mercado y del Estado es un atentado a los principios del liberalismo individualista acuñados desde la Ilustración.
Proclamar el “buen vivir” -Sumak kawsay, el mundo andino- como opción a un “progreso” y un “desarrollo” siempre discutibles como conceptos y que además incumplieron sus promesas, es poco menos que una herejía.
Estas alternativas campesinas permiten avizorar algunos de los rasgos que sin duda habrá de tener una modernidad otra. Altermundismo que en algunos es pura elucubración de cubículo mientras en el mundo rural es realidad en construcción, es utopía hecha a mano.
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Quizá por que habitan en la periferia del sistema.
Quizá porque sin estar del todo fuera si están al margen de las formas más densas del capitalismo urbano-industrial.
Quizá por que tanto el gran dinero como el socialismo clásico los expulsaron de sus utopías.
Quizá porque siempre han sido vistos como desubicados y anacrónicos.
Por todo esto y mucho más, a los campesinos se les da lo antisistémico; imaginan fácilmente alternativas civilizatorias poscapitalistas. Los hombres del campo no tienen la receta -nadie la tiene, por que no la hay- pero sin duda son inspiradores.