viernes, 11 de diciembre de 2009

Villoro Juan. Futbol y Justicia

Futbol y justicia

Juan Villoro
11 Dic. 09

Cada vez que un árbitro se equivoca, los fanáticos se acuerdan de la señora de cabellos grises que tuvo la mala fortuna de parirlo.

El futbol es la forma de la pasión mejor repartida del planeta. Las presiones que sufre un silbante son inmensas. La FIFA le aconseja estar a dos metros de la pelota, pero la realidad le entrega descolgadas de vértigo y rebotes parabólicos. En una fracción de segundo, con la vista nublada por el sudor, debe impartir justicia. Su decisión desatará odios y calumnias. El capricho más arraigado del futbol consiste en pedirle objetividad al árbitro y valorarlo con subjetividad.

¿Por qué acepta alguien tan inclemente oficio? La razón es sencilla: nadie es tan aficionado al futbol como un árbitro. Se trata del hincha más secreto y resistente, el aficionado absoluto que por amor al juego no muestra su amor a una camiseta. Obviamente, preferiría ser delantero y llegar al estadio en un bruñido coche deportivo. Por desgracia, sus facultades dan para seguir jugadas pero no para inventarlas. Así las cosas, se contenta con ser el testigo más cercano de la gesta. Sabe que el partido sería imposible sin su presencia y soporta comentarios que no son deudores de la razón, sino del sonido y de la furia.

Idéntico a la vida, el futbol se somete a un principio de incertidumbre. Un silbante nos regala un pénalti y otro se acerca a nuestro ídolo con pasos de fusilamiento y extrae del bolsillo la tarjeta del rubor y la ignominia. El responsable de soplar la ley es el atribulado representante del factor humano. El futbol sería menos divertido y menos ético si no se equivocara.

La reciente eliminación de Irlanda reabrió la polémica sobre la precariedad del arbitraje. En forma injusta, Francia calificó al Mundial. Todo el mundo vio que Henry se acomodaba el balón con la mano para dar un pase que acabaría en gol. Todo el mundo, menos el árbitro. Para colmo, se trató de un error típico. Los silbantes suelen equivocarse en favor de las escuadras poderosas que juegan en su casa. Días después, el Real Madrid enfrentó en el Bernabéu al débil Almería de Hugo Sánchez. El equipo andaluz defendía un heroico 2-2 cuando su portero se lanzó a los pies de un atacante y le sacó el balón. El jugador madridista tropezó y el árbitro decretó pénalti. Cristiano Ronaldo cobró la falta y el portero atajó el tiro. El balón fue a dar a Benzema, quien, de manera ilegal, se encontraba dentro del área en el momento del cobro. El francés anotó y las ilusiones de los pobres se desvanecieron ante la doble fechoría de los millonarios. Una ignominia que obliga a pasar la noche en blanco (castigo adicional para los que detestamos ese color en el futbol).

¿Debe cambiar esto? Los comentaristas de televisión piden que se use el replay para revisar jugadas. Se trata de una opinión interesada que daría aún más poder a la televisión. Las desventajas de este método son muchas. Por principio de cuentas, las cámaras no son objetivas: una toma puede mostrar que la jugada ocurre en fuera de lugar y otra sugerir que el delantero está en posición correcta. Las máquinas también tienen fantasmas. Por lo demás, revisar la jugada interrumpiría un deporte que corre al parejo de la vida. En casos de mucha confusión los partidos durarían como una ópera de Wagner.

El balompié es el más democrático de los deportes. Basta que las porterías tengan redes para que un llano se someta a la misma justicia que Maracaná. Si esto se modifica, en las canchas con tribunales electrónicos se practicaría otro deporte.

Es obvio que los árbitros deben perfeccionar su trabajo y que sus pifias merecen sanciones posteriores. El que se equivoca no va al Mundial; si ya está ahí, no pita la final. Por su parte, el jugador tramposo es suspendido. Los desaguisados no quedan del todo impunes y reciben el más importante de los veredictos: la memoria de la tribu.

Pero la justicia futbolística no puede ser perfecta por una razón aún más importante: el árbitro no es un enviado de Dios ni del gobierno. Tiene un papel mucho más significativo: juega a cumplir la ley. Como los futbolistas, se sirve de las reglas en busca del más alto rendimiento. A veces acierta y a veces falla. Estamos ante un ejemplo superior de la elección individual. Presionado por su circunstancia, actúa conforme a su conciencia. No quiere fallar, pero puede hacerlo. Bajo nuestra voraz mirada, improvisa una sentencia.

El futbol surgió para encandilar a una especie competitiva; sus triunfadores se convierten en ídolos. Pero su jurisprudencia depende de alguien que es como nosotros.

Homero, primer cronista deportivo, dejó una épica definición de lo humano. Cuando Héctor enfrenta a Aquiles sabe que no vencerá al protegido de los dioses. Consciente de su mortalidad, acepta el desafío, el precario regalo de ser hombre.

El futbol se inventó para que Aquiles anotara los goles y Héctor decidiera si son válidos. No tiene caso modificar tan singular atrevimiento: 22 futbolistas juegan a ser dioses y tres jueces juegan a ser hombres.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Armando Bartra y Luciano Concheiro Las sociedades rurales ante la Gran Crisis y la Crisis Civilizatoria: entre la debacle y la hora del “buen vivir”

Las sociedades rurales ante la Gran Crisis y la Crisis Civilizatoria: entre la debacle y la hora del “buen vivir”

Armando Bartra y Luciano Concheiro



Si preguntamos por los efectos agrarios de la recesión económica los campesinos hablan de astringencia crediticia, se muestran temerosos de que disminuya la demanda de cultivos alimentarios no básicos y si son exportadores reconocen que la devaluación del peso los benefició, nada demasiado dramático para lo que son los usos rurales. En cambio cuando se menciona la crisis ambiental abundan en recuento de daños: sequía, temporal errático, retraso de los tiempos de siembra, incremento de plagas, inundaciones…; pero también resienten el encarecimiento de fertilizantes y combustibles derivada de la crisis energética, padecen como consumidores el encarecimiento resultante de la crisis alimentaria que paradójicamente poco los beneficia como productores, y les pega fuerte tanto la escasez y encarecimiento de la mano de obra ocasionado por la migración y las remesas, como la ruina que en las familias dependientes de los envíos de dólares ocasiona su progresiva reducción. Vapuleados desde hace años por la debacle ambiental, energética, alimentaria y migratoria los pequeños productores agropecuarios acusan menos el reciente estrangulamiento económico.
Desde fines de 2008 la recesión económica le quitó reflectores a la crisis múltiple que se debatía intensamente antes de que la debacle de las hipotecas inmobiliarias en EEUU y sus secuelas globales capturaran la atención de legos y especialistas.
La resignación ante el hecho de que crisis sea hoy sinónimo de crisis económica es preocupante porque hace a un lado las evidencias acumuladas durante años de que vivimos un quiebre histórico de grandes proporciones que reclama un drástico cambio de rumbo, y en cambio nos encierra en el debate sobre cuantos meses faltan para la “recuperación” y cuáles serán los ajustes necesarios para que la acumulación capitalista pueda retomar su camino fugazmente interrumpido.
La crisis económica es importante, sin duda, pero hay que ubicarla en el contexto de la crisis múltiple y duradera que nos aqueja desde fines del pasado siglo.

1. Agro y crisis: Entre la recesión y la debacle civilizatoria

(Para subir al cielo se necesita una crisis grande y otra chiquita)
Abundancia-escasez. La económica es una típica crisis de sobreproducción de las que periódicamente aquejan al capitalismo. Dicho de otra manera: se trata de una crisis de abundancia con respecto a la restringida capacidad adquisitiva de la demanda. En cambio la crisis múltiple, que llamaré Gran Crisis, es en esencia una crisis de escasez, del tipo de las hambrunas que aquejaban a la humanidad antes del despegue del capitalismo industrial y que aun después han seguido golpeando a muchos países periféricos pero ya no a los centrales (hasta ahora).
Cuando nos referimos al cambio climático y el deterioro ambiental hablamos sin duda de escasez global de recursos naturales. Cuando nos referimos a la crisis energética hacemos referencia a la progresiva escasez de los combustibles fósiles. Cuando nos referimos a la crisis alimentaria llamamos la atención sobre la escasez relativa de granos básicos, no respecto de las necesidades nutricionales de la población sino respecto de la demanda tanto alimentaria como forrajera, industrial y agroenergética, realmente existente, disponibilidad tendencialmente reducida sobre la que se monta la especulación de las trasnacionales. Cuando debatimos la disyuntiva comestibles-biocombustibles (o mejor dicho agrocombustibles) generada por el boom de los agroenergéticos, lo que esta detrás es la competencia por tierra fértil y agua dulce que son escasas.
Y escasez del peor tipo es también la que aqueja a la humanidad paria desechada por la economía del gran dinero. Detrás de la creciente exclusión económico-social no hay sólo una desproporción entre la demanda y la oferta laboral, es decir un desequilibrio relativo. Lo que se manifiesta como marginación estructural de millones de personas presuntamente sobrantes, es un problema de escasez absoluta de puestos de trabajo. Los ejércitos de desahuciados que para el sistema no valen ni como productores ni como consumidores, no pueden verse sólo como una colosal reserva laboral en espera de ser incorporada, sino también y sobre todo como expresión de la incapacidad del capitalismo para incluir productivamente segmentos crecientes del trabajo social. Perspectiva, esta, que en vez de mostrar a los marginados dentro del sistema pero por el momento en la banca, los muestra fuera del mismo y con pocas posibilidades de incorporarse. Y es que la competitividad necesaria para que los procesos productivos sean viables desde la lógica del lucro, reduce los espacios del trabajo vivo dentro de la producción global, generando una gran masa de personas redundantes; trabajadores potenciales que aparecen como prescindibles no porque su labor no pudiera generar satisfactores socialmente necesarios, sino porque explotar su trabajo no resulta lucrativo para el capital.
Resumiendo: al condicionar la producción a que genere ganancias el capitalismo reduce severamente su capacidad de incorporar trabajo vivo, lo que para el excluido se presenta como la forma más dramática de la escasez: escasez de condiciones materiales y económicas para desplegar sus capacidades vitales.
Estos y otros aspectos, como la progresiva escasez de espacio y de tiempo que se padece en los hacinamientos urbanos, configuran una gran crisis de escasez de las que la humanidad creyó que se iba a librar gracias al capitalismo industrial y que hoy regresan agravadas porque el sistema que debía conducirnos a la abundancia resultó no sólo injusto sino social y ambientalmente insostenible y ocasionó un catastrófico deterioro de los recursos indispensables para la vida.
Corta-larga. Las crisis económicas son cortas y por lo general al desplome sigue una recuperación más o menos prolongada del crecimiento. La Gran Crisis, en cambio, se expresa en un deterioro prolongado de las condiciones naturales y sociales de la producción, lapso en el que puede haber períodos económicos de expansión y de receso, pero cuya superación será lenta y dilatada pues además de virajes drásticos supone cambios en estructuras de larga duración.
Interna-externa. La recesión económica se manifiesta como estrangulamiento en el proceso de acumulación, puede describirse como erosión del capital por el propio capital y es una contradicción interna del sistema. No así la Gran Crisis, que se presenta como deterioro prolongado de la reproducción social, resultante de la erosión que el capitalismo ejerce sobre el hombre y la naturaleza y es una contradicción de carácter externo.
Capital-personas. La recesión preocupa desde el principio al capital porque sus saldos son desplome de las ganancias y los intereses, ruina de empresas, quiebras y destrucción de la capacidad productiva; el impacto sobre el salario, el empleo y el patrimonio de las personas es visto como un efecto colateral que se corregirá cuando el capital recupere su dinamismo. La Gran Crisis, en cambio, preocupa de arranque a las personas por cuanto la escasez lesiona directa e inmediatamente su calidad vida y sus posibilidades de reproducción social; sin duda también el capital se ve afectado por la limitada disponibilidad de ciertos insumos, pero en general la escasez propicia el acaparamiento, el rentismo y la especulación, de modo que si bien en perspectiva está en riesgo la reproducción del sistema, en el corto plazo las manifestaciones de la Gran Crisis dan ocasión a ganancias extraordinarias.
Centro-periferia. La crisis recesiva empieza en los sectores más desarrollados de la economía y golpea primero y de frente a los países centrales, para extenderse después y con menor virulencia a la periferia del sistema y a los sectores menos intensivos como la agricultura, que es contracíclica. La Gran Crisis, en sus dimensiones ambiental, energética, alimentaria y migratoria, nos afecta a todos sin excepción, pero sacude primero y con más fuerza a los países periféricos y las actividades agropecuarias. Entre los trabajadores, el sector que tiene empleo formal en la industria y los servicios es el más lacerado por la recesión y lo son menos los informales y los campesinos. En cambio la Gran Crisis no daña tan directamente a los trabajadores urbanos pero en cambio castiga con máxima severidad a los rurales.
Reumas-esclerosis múltiple. La recesión es un tropiezo en el curso del capital que este aprovecha para podarse y renovarse. La Gran Crisis es una debacle polifacética que puede administrarse con algunos parches pero plantea la necesidad de un cambio de sistema.
Coyuntura-estructura. La recesión es de carácter coyuntural y al sumarse al desgaste del patrón de acumulación de las últimas décadas puede transformarse en un golpe terminal al neoliberalismo como modelo dominante en la fase más reciente del capitalismo. La Gran Crisis, en cambio, es de carácter estructural, y si bien es en parte responsable del desgaste del reciente patrón de acumulación, constituye un emplazamiento a jubilar no sólo al modelo neoliberal sino al sistema capitalista en cuanto tal.
Reforma-revolución. No es lo mismo padecer una de tantas crisis de sobreproducción, es decir de abundancia, que tener, como ahora, una crisis de abundancia en el contexto de una crisis de escasez. Por si misma la recesión nos emplaza a corregir algunos problemas del modelo neoliberal, como la vampirización de la economía real por el sistema financiero; en cambio la crisis económica vista como parte de la Gran Crisis, nos emplaza a darle al estrangulamiento del modelo neoliberal una salida que enfrente también las contradicciones estructurales del capitalismo como sistema. La sola recesión nos emplaza a buscar reformas que le permitan al sistema seguir funcionando, la crisis económica en el marco de la Gran Crisis nos emplazan a buscar la salida a los problemas coyunturales por un camino que nos saque paulatinamente del sistema.
Circunstancial-epocal. Digamos, para terminar, que la recesión es breve, chicoteante, venenosa... y aunque resulta de una larga acumulación de tensiones y desequilibrios económicos, es un típico evento de la “cuenta corta”que dura apenas meses o años. La Gran Crisis, en cambio, es silenciosa persistente, caladora... y su sorda devastación se prolonga por lustros o décadas, marcados por estallidos a veces intensos pero no definitivos, que en la perspectiva de la “cuenta larga” configuran un periodo de crisis epocal.
A fines de 2008 el tropezón financiero opacó la crisis múltiple que se debatía intensamente antes que las secuelas globales del desfondamiento de las hipotecas inmobiliarias en EEUU acapararan la atención. Y la recesión importa, pero hay que ponerla en el contexto del estrangulamiento polifacético y duradero que nos aqueja desde fines del pasado siglo. En cuanto al campo, la recesión también lo golpea, sin embargo sus particularidades hacen que el impacto sea relativamente menor ahí que en la industria y los servicios. En cambio la Gran Crisis, que incide en todo, es más severa en el agro.
Capoteando la recesión. La agricultura tiene un comportamiento contracíclico, es decir que su desempeño no sigue las tendencias del resto de la economía. Esto es así pues gran parte de la producción agropecuaria es de alimentos, que tienen una demanda poco flexible, además de que en un sector caracterizado por la diversidad agroecológica, la obsolescencia y renovación tecnológica son menos homogéneas y más lentas que en otros. Así, en el primer semestre de 2009, mientras la economía mexicana presentaba un crecimiento negativo de más de 9%, la producción agropecuaria seguía expandiéndose a tasa de 1.3%. Es decir que el campo está relativamente desamarrado del resto de la economía e igual que el crecimiento en industria y servicios no lo arrastra, tampoco sigue a estos en la recesión.
Por otra parte, en años recientes la producción agropecuaria, pesquera y forestal ha representado alrededor del 3.5 % del Producto Interno Bruto, de modo que en términos monetarios su comportamiento poco significa para el conjunto de la economía, acotado por la dinámica de los servicios y la industria.
El campo cuenta mucho más de lo que pesa en el PIB, pero esto se debe al valor no directamente económico de sus aportaciones: garante de la seguridad alimentaria, fuente de “servicios” ambientales, matriz cultural, habitad de casi un tercio de la población, retaguardia social en las crisis, espacio de gobernabilidad o ingobernabilidad, entre las más importantes.

Acosado por la debacle sistémica. Poco sensible a la recesión, el agro es, en cambio, víctima principal de todas demás dimensiones de la debacle sistémica. Veamos:
Aunque menor que el urbano-industrial es sustantivo el aporte agrario de gases de efecto invernadero inductores del cambio climático y el deterioro de los recursos naturales: bosques, tierras, aguas, biodiversidad, entre otros, ocurre mayormente en su ámbito y en gran medida es su responsabilidad. En cuanto a sus efectos, es claro que el calentamiento global lo padecemos todos pero sequías, lluvias torrenciales y huracanes frecuentes y poderosos impactan más al mundo rural.
La crisis energética lo golpea con fuerza no sólo por que los hidrocarburos le son indispensables como fertilizantes y combustibles, sino también porque la opción de los agroenergéticos supone un cambio en el patrón de uso de tierras y aguas que constriñe a la agricultura alimentaria.
La crisis alimentaria cimbra al agro al poner en evidencia su decisiva importancia no tanto en la economía monetaria como en el sostenimiento de la vida, y al emplazarnos a emplear los recursos naturales conforme prioridades sociales y de modo sustentable si no queremos que se extienda la hambruna, la rebelión social, la ingobernabilidad…
(Cabe destacar que aun si se expresa en los precios, la debacle alimentaria forma parte de la Gran Crisis porque es un problema de escasez. En cambio no es previsible un tropiezo agrícola por sobreoferta generalizada y caída de cotizaciones, lo que sería una crisis de sobreproducción y formaría parte de la recesión. Que además de especulación hay un problema de disponibilidad de granos básicos, es decir de tendencial escasez, lo evidencia el que sus precios bajaron algo respecto a las de 2007 y 2008, pero siguen altos respecto de las tendencias históricas).
Éxodo rural: entre la Gran Crisis y la recesión. Un ejemplo claro de cómo la multidimensionalidad de la crisis tiene sobre el campo un efecto mucho más profundo que la sola recesión económica, es el impacto de una y otra sobre la migración de origen rural.
Ha corrido mucha tinta en torno al presunto regreso multitudinario de connacionales con motivo de la recesión en EEUU y se ha seguido con atención la tendencia de las remesas que con la pérdida de empleos en el país vecino han tenido una reducción compensada en parte por la devaluación del peso. Sin embargo el ramalazo es menor de lo anunciado por los alarmistas y posiblemente para el próximo año sus efectos remitirán, en parte, cuando se recupere la economía estadounidense.

Menos visible pero más profundo e irreversible, es el efecto acumulado de la migración remota y prolongada de los jóvenes rurales sobre las estrategias de sobrevivencia productivas y transgeneracionales de las familias y comunidades, núcleos campesinos que, contra su lógica ancestral, dejan de convertir en ahorro productivo el ingreso temporal que representan el trabajo extraparcelario a jornal y ahora las remesas, para invertirlo básicamente en bienes de consumo duraderos. Esto significa que muchos pequeños productores dejaron de ver más allá de esta generación y que la pérdida de valores, saberes y recursos materiales puede hacer irreversible la descampesinización en curso.
Hay quien piensa que la emigración es positiva pues reduce población rural y también es favorable que gran parte sea externa pues quita presión a la proverbial incapacidad de la economía mexicana de crear empleos al tiempo que las remesas reaniman el mercado interno. Grave miopía: con la emigración dilapidamos el “bono demográfico”, pues la mayor parte de la riqueza creada por nuestros jóvenes transterrados se queda en EEUU. Esto, junto con la desocupación, el subempleo y el trabajo subterráneo que no contribuye con cuotas a la seguridad social, está ocasionando una merma de ahorro nacional que nos llevará a la catástrofe en unos 20 años, cuando seamos un país de viejos que no tomó precauciones económicas ni fiscales para hacerle frente a la inversión de la pirámide demográfica.
El éxodo rural no es sólo ni principalmente un virtuoso ajuste del mercado global de trabajo. En sentido fuerte, la emigración masiva es uno de los efectos más dramáticos de la erosión espiritual y material que el capital ejerce sobre el tejido socioeconómico del mundo agrario, devastación tan irreversible y peligrosa como la que practica sobre los ecosistemas y recursos naturales.

2. Paréntesis ilustrativo: avances estratégicos riesgos tácticos en América Latina
(El optimismo como pesimismo informado)
Las crisis son señales del agotamiento de una fase histórica, pero no se puede confundir una cosa con la otra.
Después del capitalismo regulado que siguió a la crisis del 29, en el último tercio del siglo XX cursamos una fase de libertinaje financiero, concentración desmedida del capital, sobreexplotación del trabajo, rapiña de los recursos naturales, rentismo y especulación desbordada; flagelos que intensificaron sobre manera la polarización económica y la exclusión, además de ocasionar una inédita erosión de la naturaleza y de la sociedad, que nos puso al borde de la catástrofe.
Los principios y valores que sustentan el modelo que marcó la ruta del capitalismo salvaje, comenzaron a perder pié muy pronto -desde la década de los 90- y fueron sobre todo sus víctimas mayores ubicadas en la periferia quienes iniciaron gradualmente la demolición. Proceso lento, pues cambiar de paradigma es relativamente fácil dado que se trata de una decisión política, mientras que transformar un orden económico constreñido desde dentro y desde fuera, y presa de poderosas inercias, es un proceso dilatado y cuesta arriba.

La utopía campesina, opción civilizatoria
La peculiar ubicación de lo rural dentro del sistema capitalista hace que el impacto del retroceso económico general sea ahí distinto y en cierto sentido más leve que en la industria y los servicios, donde en cuestión de semanas se perdieron decenas de millones de puestos de trabajo. Esto dificulta la formulación una alternativa campesina integral dirigida específicamente a la recesión, entre otras cosas porque a diferencia de los trabajadores de la industria y los servicios, cuyo empleo depende de que la economía recupere su dinamismo global, los labriegos no ganan gran cosa con que se reanude la frenada acumulación de capital. Pero si no les preocupa demasiado que reviva el postrado capitalismo urbano industrial, si están vitalmente interesados en ponerle limites y candados a un orden que siempre a amenazado su existencia. Porque el sistema se las tiene sentenciada, el proyecto que los campesinos de México y el mundo han ido bosquejando en las últimas décadas, es una respuesta puntal y visionaria a las calamidades que resultan de las diversas dimensiones de la Gran Crisis sistémica.
Anticapitalismo innato. Golpeados de frente por el deterioro ambiental y el cambio climático, de los que son parcialmente responsables; víctimas directas de la crisis energética que dispara sus costos y en la opción de los agrocombustibles, compite por tierras y aguas; protagonistas de la debacle alimentaria y opuestos a falsas soluciones como los transgénicos, que no sólo atentan contra productores y consumidores sino contra la diversidad biológica; torrente fundacional y aun caudal importante del éxodo transfronterizo; damnificados mayores de un sistema político que si en general está en deuda con la verdadera democracia, en el campo sigue repitiendo las fórmulas clientelares del viejo “ogro filantrópico” los campesinos han ido edificando propuestas que al confrontarse con los filos más caladores del capitalismo en su modalidad agraria, esbozan una alternativa rural antisistémica no por belicosa y airada sino por radical y visionaria.
Veamos: Rescatar el campo es oponerse a la desruralización que el capitalismo emprendió desde sus años mozos; plantear una nueva y más justa relación entre agricultura e industria y entre el campo y las ciudades es marchar a contracorriente de la ancestral tendencia del sistema a desarrollar al mundo urbano-industrial a costa del rural-agrario; proponer e impulsar en la práctica una conversión agroecológica orientada a la sustentabilidad social y natural, es confrontarse con los patrones científico-tecnológicos depredadores del hombre y la naturaleza impuestos desde la primera revolución industrial; reivindicar tierras, aguas, biodiversidad, saberes y cultura como bienes colectivos es hacerle frente a la compulsión capitalista de mercantilizarlo todo; reclamar el derecho a la alimentación y a un trabajo digno pues comida y empleo no pueden ser dejados a los designios del mercado, es atentar contra el sagrado principio de la libre concurrencia; concebir y edificar el “mercado justo” entendido como una relación no sólo económica sino principalmente social donde productores y consumidores acuerdan cara a cara, es un oximoron -un contrasentido- en un orden donde el mercado es por definición ciego y desalmado; levantar las banderas de la autogestión económico-social y la autodeterminación política dentro de un sistema donde se pretende que todos nos sometamos a los dictados del mercado y del Estado es un atentado a los principios del liberalismo individualista acuñados desde la Ilustración; proclamar “ el “buen vivir” como opción a un “progreso” y un “desarrollo” siempre discutibles como conceptos y que además incumplieron sus promesas, es poco menos que una herejía.
Estas alternativas campesinas y muchas más, permiten avizorar algunos de los rasgos que deberá tener una modernidad otra. Altermundismo que en algunos es pura elucubración de cubículo mientras en el mundo rural es realidad en construcción, es utopía hecha a mano.
Quizá por que habitan en la periferia del sistema, quizá porque sin estar del todo fuera si están al margen de las formas más densas del capitalismo urbano-industrial, quizá por que tanto el gran dinero como el socialismo clásico los expulsaron de sus utopías, quizá porque siempre han sido vistos como desubicados y anacrónicos a los campesinos se les da lo antisistémico: imaginan fácilmente alternativas civilizatorias poscapitalistas. No tienen la receta -nadie la tiene, por que no la hay- pero sin duda son inspiradores.
Vientos de izquierda. Precedidos y acompañados por amplios y ascendentes movimientos sociales, en algo más de una década los gobiernos de muchos países latinoamericanos viraron a la izquierda, emprendiendo cambios progresivos más o menos distantes del aun imperante Consenso de Washington. Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Honduras y República de Salvador se fueron apartando de la ortodoxia, aun si fuera en los estrechos márgenes que dejaba la globalidad imperial.
La desobediencia franca o moderada de once países latinoamericanos es causa y efecto del agotamiento de un patrón de acumulación cuyos costos eran pagados al contado por las mayorías y cuyos beneficios se posponían una y otra vez. Las expresiones locales de la crisis climática, de la energética, de la alimentaria y de la económica abonaron la rebeldía contra un orden inhóspito, pero los cambios de rumbo no necesariamente siguen de las crisis. Incluso el viraje que en estados Unidos representó la elección de un presidente Demócrata y negro, se había venido incubando durante todo el segundo período de Bush, de modo que la crisis financiera no fue el trampolín de Obama sino su primer reto.
El agotamiento de la fase neoliberal del capitalismo y su paulatina deserción por algunos gobiernos, es un proceso relativamente lento y prolongado que se inició hace más de diez años. Así como la crisis alimentaria le dio la razón a quienes luchaban por la soberanía y seguridad en esa materia, la presente crisis económica confirma -por si hiciera falta- la absoluta pertinencia del cambio de rumbo.
Reflejos conservadores. Pero hay que tener claro que, en sí misma la crisis económica, no es disparador del cambio. Al contrario, al tiempo que dramatiza la inviabilidad del patrón de acumulación, el descalabro financiero erosiona aceleradamente los ingresos, empleos y patrimonio de los trabajadores, que más allá de sus protestas reactivas es posible que adopten posiciones defensivas y conservadoras.
En esta perspectiva, la crisis económica puede ser la puntilla de la fase neoliberal del capitalismo y ratifica y fortalece las vías alternas que algunos habían emprendido y por las que otros venían luchando, pero en el corto plazo el deterioro de las condiciones de vida y trabajo abonan más los corrimientos a la derecha que a la izquierda.
La crisis económica de 2008-2009 es la faceta que le faltaba a la multidimensionalidad de la Gran Crisis, en este sentido podemos ser estratégicamente optimistas pues después de este último golpe es más difícil que el neoliberalismo se levante indemne. Sin embargo por sus efectos inmediatos la recesión oscurece temporalmente el cuestionamiento radical del sistema que se desprende de la Gran Crisis, de modo que por el momento lo que se pone en primer plano es la salvación del capital y no de la humanidad y del planeta, además de que puede generar reflejos conservadores en las mayorías, en este sentido debemos ser tácticamente pesimistas.

3. Noticia buena, noticia mala
(El campo entre las dos crisis)
Si preguntamos por los efectos agrarios de la recesión económica los campesinos hablan de astringencia crediticia y presupuestal, se muestran temerosos de que disminuya la demanda de cultivos alimentarios no básicos y si son exportadores reconocen que la devaluación del peso los benefició, nada demasiado dramático para los apocalípticos usos rurales. En cambio cuando se menciona la crisis ambiental abundan en recuento de daños: sequía, temporal errático, retraso de los tiempos de siembra, incremento de plagas, inundaciones…. Pero también resienten el encarecimiento de fertilizantes y combustibles derivado de la crisis energética. Padecen como consumidores el encarecimiento resultante de la crisis alimentaria, que paradójicamente poco los beneficia como productores. Y les pega fuerte tanto la escasez y encarecimiento de la mano de obra ocasionado por la migración y las remesas, como la ruina que en las familias dependientes de los envíos de dólares ocasiona su progresiva reducción.
Vapuleados desde hace años por la debacle ambiental, energética, alimentaria y migratoria los pequeños productores agropecuarios acusan menos que otros el reciente estrangulamiento económico.
Capoteando con garbo la recesión. La agricultura tiene un comportamiento contracíclico, es decir que su desempeño no sigue las tendencias del resto de la economía. Esto es así pues gran parte de la producción agropecuaria es de alimentos, que tienen una demanda poco flexible, además de que en un sector caracterizado por la diversidad agroecológica, la obsolescencia y renovación tecnológica son menos homogéneas y más lentas que en otros.
Así, en el primer semestre de 2009, mientras la economía mexicana presentaba un crecimiento negativo de más de 9%, la producción agropecuaria seguía expandiéndose a tasa de 1.3%. Es decir que el campo está relativamente desamarrado del resto de la economía e igual que el crecimiento en industria y servicios no lo arrastra, tampoco sigue a estos en la recesión.
Por otra parte, en años recientes la producción agropecuaria, pesquera y forestal ha representado alrededor del 3.5 % del Producto Interno Bruto, de modo que en términos monetarios su comportamiento poco significa para el conjunto de la economía, acotado por la dinámica de los servicios y la industria.
El campo cuenta mucho más de lo que pesa en el PIB, pero esto se debe al valor no directamente económico de sus aportaciones: garante de la seguridad alimentaria, fuente de “servicios” ambientales, matriz cultural, habitat de casi un tercio de la población, retaguardia social en las crisis, espacio de gobernabilidad o ingobernabilidad, entre las más importantes.
Vapuleado por la debacle sistémica. Poco sensible a la recesión, el agro es, en cambio, víctima principal de todas demás dimensiones de la debacle sistémica. Veamos:
Aunque menor que el urbano-industrial, es sustantivo el aporte agrario de gases de efecto invernadero inductores del cambio climático; y el deterioro de los recursos naturales: bosques, tierras, aguas, biodiversidad, entre otros, ocurre mayormente en su ámbito y en gran medida es su responsabilidad. En cuanto a sus efectos, es claro que el calentamiento global lo padecemos todos pero sequías, lluvias torrenciales y huracanes frecuentes y poderosos impactan más al mundo rural.
La crisis energética golpea al agro con fuerza, no sólo por que los hidrocarburos le son indispensables como materia prima de fertilizantes y combustibles, sino también porque la opción de los agroenergéticos supone un cambio en el patrón de uso de tierras y aguas que constriñe a la agricultura que cosecha comestibles.
La crisis alimentaria cimbra al agro al poner en evidencia su decisiva importancia, no tanto en la economía monetaria como en el sostenimiento de la vida, y al emplazarnos a emplear los recursos naturales conforme prioridades sociales y de modo sustentable si no queremos que se extienda la hambruna, la rebelión social, la ingobernabilidad…
Cabe reiterar aquí lo dicho antes, que aun si se expresa en los precios, la debacle alimentaria forma parte de la Gran Crisis porque es un problema de escasez. En cambio por el momento no es previsible un tropiezo agrícola por sobreoferta generalizada y caída de cotizaciones, lo que sería una crisis de sobreproducción y formaría parte de la recesión.
Entre el ocultamiento y la escasez. Que además de especulación hay un problema de disponibilidad de granos básicos, es decir de tendencial escasez, lo evidencia el que los inventarios siguen reducidos y que sus precios internacionales descendieron algo frente a los de 2007 y 2008, pero se mantienen altos respecto de las tendencias históricas.
Pero hay también prospecciones que apuntan en el mismo sentido. La FAO, en voz de Hafez Ghanen (Para 2050 la producción de alimentos deberá ser 70% superior, alerta FAO, La Jornada 24/9/09), estima que en los próximos 40 años tendremos que producir 70% más alimentos. La meta no es técnicamente inalcanzable, pero se topa con tres dificultades: el cambio climático causado por un sistema insostenible que pese a las evidencias se resiste a cambiar, la creciente demanda de biocombustibles que provoca la insaciable sed de energía del mismo sistema y la apropiación privada y especulativa de los recursos naturales de los que depende la producción adicional de comida. Respecto de esto último, hay que tener presente que, siempre según la FAO, para responder a la demanda alimentaria de los próximos 40 años sería necesario incorporar al cultivo -de preferencia campesino- alrededor de 120 millones de hectáreas adicionales, sobre todo en Asia, África y América Latina. Pero sucede que en los últimos cinco años, gobiernos e inversionistas privados están comprando o arrendando vertiginosas extensiones de tierras cultivables, sobre todo en países en desarrollo como los asiáticos Sudan, Pakistán, Kazajstán, Camboya, Uganda, Birmania, Indonesia, Laos, Turquía; los africanos Camerún, Madagascar, Nigeria, Ruanda, Zambia y Zimbabwe y los latinoamericanos: Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador. Los mayores compradores son Corea , que adquirió 2.3 millones e hectáreas, China, que compró 2 millones, y así Arabia Saudita, India, Japón, Egipto, Bahrein, entre otros. Pero también compran tierra consorcios privados como Benetton, Mitsui y el holding saudí Bil Laden Group. (Stefania Muresu. Privatización de tierras fértiles, en Memoria, n. 237 agosto-septiembre, 2009).
Disputa territorial. La crisis tiene también una dimensión espacial, representada en la apropiación y subordinación del espacio en la lógica del capital. En primer lugar la privatización de lo público, que incluye la propiedad social y los recursos, así como el conocimiento mismo. Pero también, carreteras del “libre comercio”, “Planes Puebla-Panamá”, megaproyectos y en general un fracasado, pero aún vivo (por eso aún más peligroso) intento de hegemonización desde el norte, singularizado en EEUU. Es la crisis hegemónica que en su adecuación se anuncia violenta disputa territorial.
Estampida rural. Un ejemplo claro de cómo la multidimensionalidad de la crisis tiene sobre el campo un efecto mucho más profundo que la sola recesión económica, es el impacto de una y otra sobre la migración de origen rural.
Ha corrido mucha tinta en torno al presunto regreso multitudinario de connacionales con motivo de la recesión en EEUU y se ha seguido con atención la tendencia de las remesas que con la pérdida de empleos en el país vecino han tenido una reducción compensada en parte por la devaluación del peso. Sin embargo el ramalazo es menor que lo anunciado por los alarmistas y posiblemente para el próximo año sus efectos remitirán, en parte, cuando se recupere la economía estadounidense.
Menos visible pero más profundo e irreversible, es el efecto acumulado de la migración remota y prolongada de los jóvenes rurales, sobre las estrategias de sobrevivencia productivas y transgeneracionales de las familias y comunidades. Núcleos campesinos que, contra su lógica ancestral, dejan de convertir en ahorro productivo el ingreso temporal que representan el trabajo extraparcelario a jornal y ahora las remesas, para invertirlo básicamente en bienes de consumo duraderos. Esto significa que muchos pequeños productores dejaron de ver más allá de esta generación y que la pérdida de valores, saberes y recursos materiales puede hacer irreversible la descampesinización en curso.
Hay quien piensa que la emigración es positiva pues reduce población rural y también es favorable que gran parte sea externa pues quita presión a la proverbial incapacidad de la economía mexicana de crear empleos, al tiempo que las remesas reaniman el mercado interno. Grave miopía: con la emigración dilapidamos el “bono demográfico”, pues la mayor parte de la riqueza creada por nuestros jóvenes transterrados se queda en EEUU. Esto, junto con la desocupación, el subempleo y el trabajo subterráneo que no contribuye con cuotas a la seguridad social, está ocasionando una merma de ahorro nacional que nos llevará a la catástrofe en unos 20 años, cuando seamos un país de viejos que no tomó precauciones económicas ni fiscales para hacerle frente a la inversión de la pirámide demográfica.
El éxodo rural no es sólo ni principalmente un virtuoso ajuste del mercado global de trabajo. En sentido fuerte, la emigración masiva es uno de los efectos más dramáticos de la erosión espiritual y material que el capital ejerce sobre el tejido socioeconómico del mundo agrario, devastación tan irreversible y peligrosa como la que practica sobre los ecosistemas y recursos naturales.

4. El proyecto campesino como opción civilizatoria
(Rústicas utopías desde los márgenes)
La peculiar ubicación de lo rural dentro del sistema capitalista hace que el impacto del retroceso económico general sea ahí distinto y en cierto sentido más leve que en la industria y los servicios, donde en cuestión de semanas se perdieron decenas de millones de puestos de trabajo. Esto dificulta la formulación una alternativa campesina integral dirigida específicamente a la recesión, entre otras cosas porque a diferencia de los trabajadores de la industria y los servicios, cuyo empleo depende de que la economía recupere su dinamismo global, los labriegos no ganan gran cosa con que se reanude la frenada acumulación de capital. Pero si no les preocupa demasiado que reviva el postrado capitalismo urbano industrial, si están vitalmente interesados en ponerle limites y candados a un orden que siempre a amenazado su existencia.
Porque el sistema se las tiene sentenciada, el proyecto que los campesinos de México y el mundo han ido bosquejando en las últimas décadas, es una respuesta puntal y visionaria a las calamidades que resultan de las diversas dimensiones de la Gran Crisis sistémica.
Anticapitalismo innato. Golpeados de frente por el deterioro ambiental y el cambio climático, de los que son parcialmente responsables; víctimas directas de la crisis energética que dispara sus costos y en la opción de los agrocombustibles, compite por tierras y aguas; protagonistas de la debacle alimentaria y opuestos a falsas soluciones como los transgénicos, que no sólo atentan contra productores y consumidores sino contra la diversidad biológica; torrente fundacional y aun caudal importante del éxodo transfronterizo; damnificados mayores de un sistema político que si en general está en deuda con la verdadera democracia, en el campo sigue repitiendo las fórmulas clientelares del viejo “ogro filantrópico” los campesinos han ido edificando propuestas que al confrontarse con los filos más caladores del capitalismo en su modalidad agraria, esbozan una alternativa rural antisistémica no por belicosa y airada sino por radical y visionaria.
Veamos:
Rescatar el campo, salvarlo, es oponerse a la desruralización que el capitalismo emprendió desde sus años mozos.
Plantear una nueva y más justa relación entre agricultura e industria y entre el campo y las ciudades, es marchar a contracorriente de la ancestral tendencia del sistema a desarrollar al mundo urbano-industrial a costa del rural-agrario.
Imaginar desde los territorios rurales (ejidos y comunidades rurales, aunque también pequeñas unidades privadas) las autonomías posibles y las deseables para ir más allá.
Proponer e impulsar en la práctica una conversión agroecológica orientada a la sustentabilidad social y natural, es confrontarse con los patrones científico-tecnológicos depredadores del hombre y la naturaleza impuestos desde la primera revolución industrial.
Reivindicar tierras, aguas, biodiversidad, saberes y cultura como bienes colectivos es hacerle frente a la compulsión capitalista de mercantilizarlo todo.
Reclamar soberanía alimentaria y soberanía laboral que permitan garantizar el derecho a la alimentación y a un trabajo digno, pues comida y empleo no pueden ser dejados a los designios del mercado, es atentar contra el sagrado principio de la libre concurrencia.
Concebir y edificar el mercadeo solidario, el “mercado justo” entendido como una relación no sólo económica sino principalmente social donde productores y consumidores acuerdan cara a cara, es un oximoron, contrasentido en un orden donde el mercado es por definición ciego y desalmado.
Levantar las banderas de la autogestión económico-social y la autodeterminación política dentro de un sistema donde se pretende que todos nos sometamos a los dictados del mercado y del Estado es un atentado a los principios del liberalismo individualista acuñados desde la Ilustración.
Proclamar el “buen vivir” -Sumak kawsay, el mundo andino- como opción a un “progreso” y un “desarrollo” siempre discutibles como conceptos y que además incumplieron sus promesas, es poco menos que una herejía.
Estas alternativas campesinas permiten avizorar algunos de los rasgos que sin duda habrá de tener una modernidad otra. Altermundismo que en algunos es pura elucubración de cubículo mientras en el mundo rural es realidad en construcción, es utopía hecha a mano.
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Quizá por que habitan en la periferia del sistema.
Quizá porque sin estar del todo fuera si están al margen de las formas más densas del capitalismo urbano-industrial.
Quizá por que tanto el gran dinero como el socialismo clásico los expulsaron de sus utopías.
Quizá porque siempre han sido vistos como desubicados y anacrónicos.
Por todo esto y mucho más, a los campesinos se les da lo antisistémico; imaginan fácilmente alternativas civilizatorias poscapitalistas. Los hombres del campo no tienen la receta -nadie la tiene, por que no la hay- pero sin duda son inspiradores.

martes, 17 de noviembre de 2009

Ramón Alberto Garza. Lecciones del BRIC

Qué lecciones tenemos que aprender de esas cuatro naciones que hoy concentran los reflectores del despegue económico en el clímax de la más severa recesión mundial? Analicemos.

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INDIA. EL EXPORTADOR DE SERVICIOS

Desde 2001, cuando Jim O'Neill, economista del Goldman Sachs, creó el término BRIC, la India ha concretado un dinamismo económico 5.5 veces superior al de la economía mexicana.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la India tendrá este año un crecimiento de 5.4 por ciento, lo que significa que su receta ha servido para blindar al país de la crisis que azotó al mundo con fuerza.

Para concretar el cambio, esta nación tuvo que impactar a sus íconos. Tras su independencia de Gran Bretaña en 1947, movimiento encabezado por Gandhi, y luego del establecimiento del liderazgo de Nehru, tomó el camino de la intervención estatal estableciendo un intrincado sistema de licencias que ahogó a la iniciativa del sector privado.

La India nacionalizó la banca e impuso una política de sustitución de importaciones. Aunque fue cauta con los excesos populistas -la inflación nunca rebasó el 20 por ciento-, tuvo un crecimiento mediocre, insuficiente para combatir la pobreza, su principal problema. Tal camino le costó cuatro décadas de atraso.

Tras tímidos intentos de cambio a principios de los 90, el ministro reformista Manmohan Singh retomó el rumbo: relajó el sistema de licencias, liberalizó el transporte, alentó la inversión extranjera y modernizó el sistema fiscal y financiero.

Todas estas acciones sin duda entrañan una lección para México, que mantiene un esquema impositivo intrincado, trámites que frustran el desarrollo de los negocios, una inversión extranjera a la baja y un sistema bancario caro para el usuario y poco competitivo.

No obstante, la medida que a la postre fue más exitosa, que fue la puntilla para modernizar el sector servicios y que hoy es el eje del crecimiento de esta nación, fue la educación. Ésta es la principal lección para México.

La India es ejemplo de un país subdesarrollado que ha creado tecnología educativa, materia que en México se encuentra en pañales.

La modernización de la economía está anclada al sector servicios y al desarrollo del outsourcing (contratación de servicios a terceros), terreno donde la India ha encontrado su nicho de mercado en el ámbito mundial.

Este país es competitivo mundialmente por contar con mano de obra calificada y barata, y esto es resultado de un sistema creado para producir profesionistas de alta calidad.

Uno de sus pilares es el desarrollo de las Tecnologías de la Información (TI), como la exportación de servicios de call centers, donde operadores de la India enlazan llamadas desde Estados Unidos a cualquier país del mundo para ofrecer servicios.

Como lo explica la revista londinense New Statesman: "Es mucho más probable que los consumidores adquieran una camisa o un DVD hecho en China, pero es muy probable que la orden de adquisición parta de una estructura india. Las dos economías son complementarias. La India exporta servicios y China exporta mercancías; en el sector servicios, los ingenieros hindúes proyectan y realizan componentes altamente complejos que luego son montados por los obreros de las fábricas chinas".

Tal sistema ha creado un moderno sector servicios, que es el motor de crecimiento de la India. Un reflejo de su productividad es que en 2009, 28 por ciento de los trabajadores ubicados en el sector de servicios generaron 53.4 por ciento del PIB.

En el mismo año, pero en México, 59 por ciento de la fuerza laboral ubicada en el ramo de servicios generó 61 por ciento del PIB, lo que significa que, en este ámbito, un trabajador de la India es dos veces más productivo que uno mexicano.

Los resultados de las reformas están a la vista. En 2008, la India se ubicó como la segunda economía de mayor crecimiento del mundo.

El peso del comercio en su economía pasó de 6 por ciento del PIB en 1985 a 24 por ciento en 2009.

Aunque la India continúa sufriendo los estragos de la pobreza -cerca del 80 por ciento de la población vive con un promedio de dos dólares al día-, los índices de pobreza han bajado 10 por ciento desde 1997.

Claro que el país no está exento de problemas. Tiene un alto déficit presupuestal y una elevada deuda, padece el lastre de un sector energético que consume grandes montos de subsidios y arrastra el rezago del sector agrícola, pero ha encontrado su rumbo.

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BRASIL. ENTRE ETANOL Y PETRÓLEO

En el peor año que ha tenido la economía mundial desde la Gran Depresión, Brasil tendrá una caída en su crecimiento de apenas 0.7 por ciento.

La cifra contrasta con el desplome de 7.3 por ciento de México estimado por el FMI y entraña lecciones para este país.

En el bienio 2007 y 2008, luego de las reformas de Lula, quien asumió la Presidencia en 2003, la economía brasileña logró un crecimiento promedio de 5.4 por ciento, sorprendiendo a propios y extraños. En contraste, México tuvo un pobre crecimiento de 2.3 por ciento.

¿Cómo pudo el país de Luiz Inácio Lula da Silva imprimir más vigor a su economía, generar reservas 2.4 veces superiores a las de México, avanzar en la solución del problema de la pobreza -la tasa bajó 11 por ciento en 2007- y revaluar su moneda más de 50 por ciento, ahondando la distancia en tamaño de la economía mexicana, produciendo ya 30 por ciento más que nuestro país?

Por lo menos hay cinco lecciones para México en el comportamiento de esa nación de 184 millones de habitantes.

La primera es de tinte ideológico. Un gobierno de izquierda como el de Lula concretó reformas que ni los gobiernos orientados hacia el centro, como los de Vicente Fox y Felipe Calderón, han logrado implementar.

De lado, implica también una enseñanza para la izquierda mexicana, que navega sin rumbo, con sectores importantes que todavía postulan ideas estatistas incapaces de modernizar al país.

México también tiene que aprender sobre el manejo de Petrobras, la empresa petrolera estatal de Brasil.

Mientras que Pemex se encuentra entrampada, con las reservas a punto de agotarse, sin invertir en exploración durante décadas, con la producción a la baja -esto ha provocado, en parte, la actual crisis fiscal-, el país de Lula ha revigorizado su industria petrolera.

Los esfuerzos de perforación en aguas profundas, que han contado con la participación de empresas privadas, han redituado en hallazgos importantes de yacimientos de crudo. Esto ha transformado a Brasil, que pasó de ser un país importador de petróleo a uno exportador.

La tercera lección es tener la voluntad política, con visión estratégica de largo plazo, para desarrollar industrias con tecnología propia.

Los desarrollos de etanol y el caso de la aeronáutica Embraer son ejemplos de que desde una nación en desarrollo es posible dar lecciones a los países desarrollados.

Una cuarta lección es la diversificación de su comercio exterior. Siempre cautelosos para no caer bajo la sombra de Estados Unidos, los últimos mandatarios brasileños fueron visionarios al empujar su comercio exterior hacia Europa y Asia, particularmente a China.

Una fortalecida y bien desarrollada industria agrícola y ganadera ubica a Brasil como uno de los graneros del mundo. Todos quieren sus granos, todos buscan su carne.

El otro ámbito que entraña contrastes, y en el que México se ve mal a contraluz de Brasil, es el manejo de la deuda.

Aprovechando los ingresos petroleros, el presidente Lula pagó anticipadamente sus compromisos financieros con el FMI.

Y hay más contrastes: el régimen actual ha promovido una serie de reformas para reducir los impuestos e incrementar la inversión en infraestructura, rumbo contrario al de México, que debate hoy un paquete fiscal con tintes recesivos, mientras que Brasil se ha puesto a tono con la estrategia de otros países de aplicar políticas para inyectar liquidez a la economía.

Los resultados económicos han redituado dividendos en imagen, a tal punto que Brasil logró no sólo ser la sede del Mundial de Futbol en 2014, sino también de los Juegos Olímpicos en 2016.

Todo el mundo ve a Brasil como un ejemplo a seguir. Una nación que se perfila como la quinta economía mundial.

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RUSIA. RESERVAS DE CRUDO

Rusia experimenta hoy nuevos rumbos. El país de los zares, el de Pedro y Catalina la Grande, el que instauró el comunismo en la Revolución de 1917, coquetea hoy con el capitalismo.
Es la potencia que invadió Polonia en la Segunda Guerra Mundial, la que trabajó del lado de Hitler, la que fue manejada por la brutalidad por Stalin y Lenin.

Fue la nación que en los 80 sorprendió al mundo con la perestroika y el glasnost de Gorbachov y, más aún, con la desmembración del imperio y su reorganización en la Federación Rusa en 1993.

No es exagerado decir que la Rusia que gobierna Dmitri Medvédev desde 2008 empezó a ensayar desde 1990 el experimento de privatización más grande de toda la historia.

Tan es así, que el ex imperio soviético ha empezado a escribir historias de éxito como una de las naciones BRIC, junto con China, la India y Brasil.

Aunque el FMI estima que la economía rusa se contraerá 7.5 por ciento en 2009, una caída similar a la de México, por una dependencia del petróleo mayor que la de nuestro país, y en general de las materias primas, Rusia ya armó una estrategia que, a decir de los expertos, amortiguó el impacto.

Antes hay que decir que la ex nación zarista y ex comunista es un buen ejemplo de cómo se puede tener arrestos para quemar las naves ideológicas y dar un giro de 180 grados en la conducción económica, abriendo el país a las prácticas del capitalismo para modernizar su economía.

Aunque en el plano político subsiste un sistema semiautoritario no exento de riesgos de inestabilidad y el tejido social sufre las consecuencias del vuelco con la proliferación de las mafias, las políticas económicas están abriendo espacios para mejorar el bienestar, un antídoto eficaz de largo plazo para dar viabilidad al país.

Tras las reformas impulsadas a mediados de los 90, la economía rusa ha tenido un crecimiento promedio anual de 5 por ciento de 2001 a 2009, incluyendo la caída del PIB este año.

¿Cuánto ha crecido México en el mismo lapso, también en promedio?: 1.5 por ciento, índice cercano al estancamiento.

Pero hay una estrategia económica anticrisis que implementó Rusia en 2008. Fue el año en que estalló la recesión internacional que derrumbó los mercados financieros y los precios de los commodities, incluido el petróleo, y enfrió la demanda a lo largo y ancho del planeta.

Una estrategia que si México la hubiese concretado, le habría ahorrado algunas calamidades. Como el pesado paquete fiscal que busca recaudar más de 150 mil millones de pesos de los bolsillos de los mexicanos en momentos en que la nación registra su peor momento en la historia moderna.

Se trata de mantener un fondo de reserva de 200 mil millones de dólares de los ingresos petroleros de la época de jauja de los petroprecios. Y Rusia acumuló 600 mil millones de reservas gracias a los días de prosperidad del crudo.

Eran fondos destinados a ser utilizados cuando se presentara una baja en el precio del petróleo. Y la necesidad se dio. Rusia ahorró en tiempos de vacas gordas para gastarlos en tiempos de vacas flacas.

Estos fondos fueron aplicados a un programa de apoyo para estabilizar la economía, incluyendo un recorte de impuestos de 20 mil millones de dólares.

Adicionalmente, las reservas acumuladas permitieron contar con márgenes financieros para defender el rublo, que está sobrevaluado.

Tal esfuerzo ha consumido parte de las reservas internacionales, que cayeron a 380 mil millones de dólares. Aún así, son 4.1 veces superiores a las de México.

Pero la política de ahorro de divisas ha permitido a Rusia sortear bien el temporal de la crisis internacional.

Y hay avances en otros frentes. El programa económico del presidente Medvédev ha logrado reducir la pobreza y el desempleo.

Hay muchos temas pendientes en este complejo país. Entre otros, combatir la corrupción, mejorar el sistema de justicia y, en general, armar las instituciones que habrían espantado a Lenin y Stalin. Pero se están abriendo vías para reenderezar el rumbo.

Pese a los múltiples problemas, los actuales mandamases de Rusia no tienen dudas sobre cómo jugar en el terreno económico.

Se trata de reducir el rol del Estado en la economía, mejorar la infraestructura, innovar, reformar los sistemas bancario y fiscal, además de modernizar el sistema financiero.

Capitalismo, pues. Y, por cierto, al mejor estilo y con mejores resultados que el que se practica por estos rumbos.

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CHINA. EXPLOSIÓN DEL AHORRO
Probablemente, Mao debe estarse revolcando en su tumba, pero los mil 300 millones de chinos están viendo que las novedosas instituciones económicas del capitalismo están mejorando su nivel de vida.

Viniendo desde muy abajo, China -miembro distinguido de los países BRIC- es probablemente el caso más impresionante de resurgimiento económico de todos los tiempos. Y hay un aluvión de cifras que lo demuestran.

Su crecimiento anual promedio en las últimas décadas es cercano a 10 por ciento. Precisamente, ése fue el índice de 2001 a 2009, lapso en el que México logró apenas un ritmo de crecimiento de 1.3 por ciento.

Las medidas de los líderes chinos han logrado que, contra todos los pronósticos, el crecimiento se ubique en 8.5 por ciento en 2009, que es el peor año de la economía mundial.

Y es que China se ha convertido en una gigantesca maquinaria para generar divisas a través de las corrientes de comercio y capital.

En 2008, las exportaciones alcanzaron los mil 435 miles de millones de dólares, cinco veces más que las de México.

Su balanza positiva de comercio exterior -exportaciones menos importaciones- más su balanza de cuentas de capital, también favorable -entradas de créditos e inversión extranjera menos salidas- suman un impresionante 8.6 por ciento del PIB.

La danza de números para Ripley no termina ahí. La inversión como porcentaje del PIB -que es lo mismo que el ahorro-representa 40 por ciento, índice que no concretó ni Japón cuando estuvo de moda como milagro económico allá por los 80, y que tampoco tuvo México cuando fue ejemplo de modelo económico en los 50 y 60.

El impulso fuerte de las reformas se dio a principios de los 90, con Deng Xiaoping, el ideólogo del nuevo capitalismo chino.

Esas reformas estaban centradas en la liberalización de precios, modificaciones al esquema de producción agrícola, promoción de zonas económicas especiales con regímenes fiscales diferentes de los del resto del país.

También apuntaron hacia la descentralización fiscal, mayor autonomía, eficiencia y productividad de las empresas estatales con fuerte énfasis en la rentabilidad, el desarrollo de su sistema financiero y la promoción del ahorro y la inversión.

¿Qué debería copiar México? Las recetas son múltiples y similares en cierta medida a las de los otros miembros del BRIC.

Destacan las agresivas estrategias de promoción de la inversión extranjera, asunto que despierta escozor en estos rumbos del planeta.

Por lo pronto, las recetas económicas Chinas también surtieron efecto para enfrentar la actual recesión. El ex país de Mao no sólo logró crecer en tiempos de crisis, sino ayudar al mundo con un plan anticrisis de 586 mil millones de dólares que se espera contribuya a la recuperación económica internacional.

Esta capacidad se materializa en fondos y reservas soberanas superiores a los 2 trillones de dólares y una inversión extranjera directa de más de 80 mil millones de dólares.

Las palabras que pronunció Deng Xiaoping en 1992, durante la llamada "inspección del sur", una de las zonas que más se había beneficiado de la apertura china, revelan los nuevos tiempos: "La esencia del socialismo es lograr la prosperidad común (...) la clave es el desarrollo económico".

¿Realmente se recupera la economia mundial?

A más de dos años desde el primer episodio de la crisis financiera que convulsionó las mayores fuentes del crédito en los mercados financieros, como en una película a toda velocidad, hemos visto quiebras, nacionalizaciones, fondos gubernamentales para rescates impensables incluso en tiempos de guerra. Simultáneamente, la actividad económica descendió como cayendo repentinamente en abismos, apareciendo cifras de contracción económica no vistas hace décadas.
A pesar de la gravedad de la crisis, de sus raíces profundas en la concentración, la creciente desigualdad, la desregulación financiera y el sobreendeudamiento, durante las últimas semanas la confianza está volviendo en los discursos de los más importantes líderes políticos y ejecutivos financieros. Como si fuera posible simplemente retomar el camino y continuar, restablecer la increíble fuerza de la especulación y de las formidables ganancias en los mayores centros financieros, y a partir de ello, que los mercados continúen funcionando. Sin embargo, es poco consistente esta versión de la superación de la crisis, que descansa en que el retorno a números positivos en los mercados de valores y la confianza manifiesta de banqueros e inversionistas, es más que suficiente para asegurar que la economía mundial marchará adecuadamente. Lo anterior evidencia que autoridades gubernamentales tienen intereses coincidentes con los mercados financieros, al grado que afirman que empleo, inversión y bienestar social son solamente un resultante de mercados financieros prósperos.
Sin embargo, la prosperidad coyuntural de las últimas semanas en los mercados descansa más en los cambios en las regulaciones contables sobre la valuación de activos tóxicos, que sobre una reordenación del modelo económico que condujo a la crisis actual. Por ello, aunque los signos diversos de recuperación están en la prensa financiera, por ahora no es posible confirmarla, ya que en realidad está en curso, puesto que aún falta mucho en la reestructuración de los mercados financieros (quiebras, fusiones) antes de que el curso del crédito se restablezca. Por ahora, los mayores perdedores de la crisis financiera son los pueblos cuyos gobiernos, ocupados en los rescates financieros, han destinado recursos insuficientes para mantener el empleo y consumo.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Nadal, Alejandro.Macroeconomía: ¿de agua dulce o salada?

Si algo aclaró la crisis de 2008-2009 es que esta generación de economistas no tenía la más mínima idea de cómo funciona una economía monetaria. La gran mayoría tenía un compromiso ideológico con una teoría del mercado cuyo nulo contenido científico impidió ver los síntomas de la hecatombe. Su enamoramiento con las fáciles recetas del neoliberalismo los llevó a una cosmovisión en la que las crisis no existen.
Sin embargo, hoy casi todos los economistas (en Estados Unidos, Europa, Japón, China y Brasil) aceptan que se necesita algún tipo de intervención estatal para sacar del atolladero a la economía. Y si bien es cierto que los dividen preguntas sobre los instrumentos de la intervención estatal o la duración de dicha acción, casi nadie se preocupa si lo califican de keynesiano.

Esto es un cambio mayúsculo. Después de todo, hasta hace poco keynesiano era un epíteto peyorativo. Pero hay que decirlo con claridad: no estamos frente a la transformación que se necesita. Y es que el calificativo keynesiano es resultado de un largo proceso en el que la obra de Keynes fue, primero, edulcorada, después, tergiversada y, finalmente, destruida.

En Estados Unidos la diferencia entre economistas keynesianos y los que pensaban que la intervención gubernamental era inútil comenzó a ser descrita con la expresión macroeconomistas de agua salada y de agua dulce en 1988. Los de agua salada eran los economistas ubicados en las universidades del litoral marítimo de Estados Unidos (Harvard, MIT, Princeton y Stanford). Los de agua dulce estaban en las orillas de los Grandes Lagos (Chicago y Minnesota). A decir verdad, las aguas se mezclaron y muchos economistas de agua salada se convirtieron en peces diádromos, adaptados tanto al agua de mar como a la de los ríos que deben remontar para desovar.

La macroeconomía de agua salada navegaba pensando que ocasionalmente era necesaria la intervención del gobierno para restablecer los equilibrios que por algún problema el mercado no había podido consolidar. Es decir, el mercado tenía la propiedad de alcanzar una posición de equilibrio, pero a veces surgían obstáculos que se lo impedían y ahí se requería la acción del gobierno. Los tripulantes de esta embarcación: Samuelson, Solow, Modigliani y otros.

Los macroeconomistas de agua dulce (Friedman, Lucas, Sargent) estaban convencidos de que esa intervención era inoperante porque los agentes en la economía podían adaptarse muy rápidamente a la acción del gobierno. Lo único que surge cuando el gobierno se entromete es inflación y desempleo.

La posición de los macroeconomistas de agua salada estuvo asociada con el nombre de Keynes. Pero esto es parte de la confusión de los últimos 70 años. Para la macro de agua salada, la preocupación de Keynes por el desempleo se reducía a identificar las rigideces del mercado que impedían alcanzar una posición de pleno empleo. La intervención estatal debía concentrarse en eliminarlas.

Eso es absurdo. El proyecto de Keynes partía de la base de que aun sin obstáculos ni rigideces en el mercado laboral (o algún otro), el capitalismo podía mantener niveles de desempleo intolerables. Este proyecto tenía un componente teórico profundo cuyo ingrediente central es la incertidumbre, definida como un estado de cosas que no puede ser objeto de un cálculo probabilístico para medir niveles de riesgo. Como la incertidumbre afecta las decisiones de inversión y de composición de la cartera de activos de todos los agentes económicos, es imposible asegurar la estabilidad de los mercados. A ese proyecto analítico estaban asociadas implicaciones de política económica muy importantes.

El ingrediente subversivo en ese esquema no pasó desapercibido para un mundo académico firmemente anclado en las creencias religiosas de los mercados eficientes y bien portados. Por eso, a partir de 1936, año en que Keynes publicó su Teoría general, sus aportaciones fueron desvirtuadas, recuperadas y finalmente destruidas por una comunidad académica cada vez más temerosa de emprender un trabajo genuinamente científico.

Esa historia es demasiado larga para contarse en este espacio. Pero es importante llamar la atención sobre esta evolución con el fin de disipar un poco la confusión e ir sentando las bases de una transformación en la investigación y la docencia. De todos modos, una conclusión es clara: los keynesianos tienen muy poco que ver con Keynes y, por otro lado, la escuelita de agua dulce quedó rebasada por los acontecimientos.

Epílogo: la expresión marinero de agua dulce se utiliza en sentido peyorativo para denotar navegantes que no pueden aventurarse más allá de un lago o río. El corolario es que el verdadero marinero es aquél que cruza los siete mares. Ahora que si se aplica la metáfora a nuestro país, no se puede evitar concluir que la macroeconomía de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México no es ni de agua dulce ni de agua salada. Esos marineros zozobran desde hace mucho en un charco de agua estancada.

http://nadal.com.mx

viernes, 6 de noviembre de 2009

Con el SME, hasta las últimas consecuencias

Fueron a sus asambleas sindicales, centros de trabajo y escuelas, a sus colonias, comunidades y campos de labranza; en fin, fueron a todos lados y regresaron a responder a los electricistas: vamos con ustedes al paro cívico nacional el próximo día 11.

Para eso llegaron aquí desde maestros de Baja California Sur hasta jubilados de Yucatán. Y se presentaron también chavos de instituciones de educación pública media y superior, y telefonistas; campesinos de Atenco, delegados de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y muchos más.

Y se realizará ese paro porque, para sellar el compromiso, desde las cinco de la tarde comenzó el pase puntual ante los micrófonos y todos, con matices en la radicalidad de las acciones aprobadas, expresaron emocionados que irán hasta las últimas consecuencias, porque el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) ¡no está solo!

Los esmeitas dejaron el auditorio a sus invitados y sólo un grupo se ubicó en la parte superior. Pero los gritos y consignas alcanzaron tal unanimidad que ahí se borró toda procedencia gremial pues, como dijera una activista de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México: el SME somos todos.

La acústica del auditorio hacía retumbar los muros ante las respuestas de agradecimiento a las expresiones de solidaridad, pero lo más impresionante fue que en la calle, donde había al menos el doble de la gente que logró ingresar al recinto, lo que se escuchó mediante potentes altavoces despertó la misma enjundia y la suma de consignas.

Ahí estaban, sobre todo, sindicalistas del SME que contra vientos y tentaciones, apremios económicos y el estigma social y laboral de algunos, se han mantenido firmes en su convicción de revertir la extinción de su fuente de trabajo.

Así, entre el friazo que se colaba por las delgadas chamarras y con muchos fumando en forma incesante, refrendaron su convicción de que el apoyo que han recibido estas semanas bien vale para seguir adelante.

“Somos linieros y sabemos que todo esto es político. Hemos vivido años exponiendo la vida a diario al trabajar con líneas vivas y no vamos a dejarnos. Entendemos a los compañeros que han ido por su liquidación, porque muchos ya están ahorcados, pero es mentira que hayan ido tantos como dice el secretario del Trabajo. No llegan ni a 10 mil...”, comentaba una cuarteta de hombres sobre la banqueta donde se ubica el sindicato, en Insurgentes Centro.

Se trata de un tema recurrente. Casi cuatro semanas después de haber sido despojados de su materia de trabajo, la nostalgia los invade y una vez que se presentan ante cualquier interlocutor, convencidos de seguir en la resistencia, de inmediato se explayan –sobre todo los operativos– al detallar la naturaleza de su oficio; lo mismo si estaban en instalaciones subterráneas, en obras civiles, si eran linieros o se jugaban la vida en las torres de alta tensión.

Así ocurre, afirmaron, con los trabajos manuales. Se enraizan en el alma, se quedan para siempre en el cuerpo. Por eso el SME logró la prestación de otorgar vacaciones prejubilatorias a quienes llegaran a esa condición. “Y lo hicieron así porque muchos no sabían aceptar la condición de jubilados, se deprimían, morían muy rápido. Esas vacaciones eran para que tomaran un curso y se prepararan…”

Viejos luchadores del sindicalismo magisterial comentaron que la concertación de fuerzas y la comunión de intereses como las logradas por el SME no se habían presentado en México por lo menos desde 1982, cuando se impulsó el Paro Cívico Nacional, que fue el más fuerte desde los tiempos de la Corriente Democrática de Rafael Galván, en los años 70.

Por eso este viernes el auditorio se prende, y gran parte de ese estado de ánimo es contagiado por los estudiantes. Ellos ya ofrecieron cerrar vialidades y sus escuelas. Su asambleísmo por la causa del SME les ha inyectado nuevos bríos porque, aseguran, la educación superior también vive momentos críticos y sumarse a los electricistas puede abonar para su causa.

Están prestos para el próximo miércoles. Con ese pacto se marcharon pasadas las nueve y media de la noche. A partir de hoy, decían mientras entraban de nuevo al frío del que se olvidaron cinco horas, hay mucho trabajo.

Saben que del éxito que se alcancen el día 11 dependerán las posibilidades de estallar lo que aquí se reclamó a gritos, incluso con llamados a Martín Esparza para ponerle fecha: la huelga nacional.

Van al paro cívico contra la extinción de Luz y Fuerza

En la segunda asamblea de la resistencia popular, organizaciones sindicales, campesinas, estudiantiles y sociales acordaron sumarse al paro cívico nacional propuesto por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) para el 11 de noviembre, y anunciaron que éste será el primer ensayo rumbo a la huelga política.

Una vez más, exigieron la derogación del decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC) y la salida de la Policía Federal de las instalaciones de la empresa. Algunos reclamaron la renuncia de Felipe Calderón.

El plan de acción incluye el paro promovido por los sindicatos y la suspensión de labores en planteles de educación básica en las que tiene influencia la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), así como en instituciones de niveles medio superior y superior.

Además, la toma simbólica de 10 dependencias públicas, a las cuales el próximo miércoles simpatizantes del Movimiento Nacional en Defensa de la Economía Popular, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, no permitirán la entrada de empleados públicos a laborar, adelantó Jesusa Rodríguez.

Se anunciaron manifestaciones en carreteras y una campaña informativa para hacer frente a los ataques difundidos en medios de comunicación contra el SME.

A la asamblea asistieron representantes de grupos sindicales, sociales, campesinos y estudiantiles, así como integrantes del SME. El auditorio del sindicato fue insuficiente para dar cabida a todos los asistentes y de nuevo se colocaron altoparlantes en calles aledañas al inmueble, ubicado en Insurgentes 98.

Luego de cuatro horas de manifestaciones de apoyo, el secretario general del SME, Martín Esparza Flores, advirtió que el rumbo del país se define del 11 de noviembre en adelante y llamó a los partidos políticos y a los dirigentes sociales a salir a organizar al pueblo de México.

Antes, el secretario del interior, Humberto Montes de Oca, dijo a los representantes de decenas de organizaciones: cada quién cosecha lo que siembra y hoy el SME se honra en cosechar la solidaridad del pueblo de México; sin embargo, el gobierno también cosecha lo suyo: 20 años de neoliberalismo que hoy quiere coronar sacrificando a una empresa pública y a un sindicato.

Uno a uno de los líderes subieron al estrado para fijar su posición ante el llamado al paro cívico. Se comprometieron a cerrar planteles de las universidades Autónoma Metropolitana, de la Ciudad de México, Pedagógica Nacional, Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico Nacional, así como centros educativos de otras instituciones.

Participarán integrantes de la Coordinadora Nacional de Sindicatos de Trabajadores Universitarios, Situam, Sutin, Sutcolmex, INA e INBA con diversas acciones.

Intervinieron más de 20 representantes. Todos se comprometieron a sumarse a la lucha del SME y a colaborar, de acuerdo con sus posibilidades, en el plan de acción. Es el caso de organizaciones que integran el Diálogo Nacional, el Frente Sindical Mexicano, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la Coordinadora Movimiento Popular y el Frente Popular Francisco Villa.

También participaron diputados federales y locales del PRD que este viernes interpondrán una controversia constitucional ante la Suprema Corte para revertir el decreto de extinción de LFC.

Entre los sindicatos que anunciaron paro de actividades están el de Trabajadores del Poder Judicial del Distrito Federal; Alianza de Tranviarios de México, y de Trabajadores de Occidente (antes Euzkadi), que anunció el cierre de la carretera a Chapala. Pese a estar en huelga desde hace 17 días,trabajadores del Colegio de Bachilleres manifestaron su respaldo.

También asistieron dirigentes del Frente Nacional de Organizaciones Campesinas y Populares, del Consejo Nacional de Organismos Campesinos y Pesqueros, grupos de jubilados y El Barzón Popular, entre otros.

Casi al término de las intervenciones el líder de los tranviarios, Benito Bahena, dijo que es tiempo de dejar las simulaciones porque grupos como la Unión Nacional de Trabajadores deben apoyar al SME sin cortapisas. Esto, porque los enviados de los telefonistas y del Stunam habían anunciado que pondrán a consideración de sus bases la forma en que se sumarán al paro.

Los telefonistas dicen que suspenderán actividades en los servicios de cobranza en sucursales y de operadoras, posiblemente entre cuatro y ocho horas, pero todo depende de lo que decida este sábado la asamblea a la que invitaron a Esparza Flores.

Al representante del Stunam los asistentes a la asamblea, en gran parte estudiantes, le exigieron: ¡huelga, huelga!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Convoca SME a Paro Civico Nacional

Convoca a paro cívico nacional; ratifica que el 11 tomará pacíficamente recintos de LFC
La Corte debe reponer el orden que rompió Calderón con el decreto, demanda el SME


Rosa Elvira Vargas y Patricia Muñoz

Periódico La Jornada
Miércoles 4 de noviembre de 2009, p. 10
Con el decreto que extinguió a Luz y Fuerza del Centro (LFC), el presidente Felipe Calderón rompió el pacto social, el orden constitucional y, en los hechos, dio un golpe de Estado. La única forma de revertir este caos y mantener la paz en la República está en la intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), puntualizaron ayer los dirigentes sindicales, legisladores y líderes políticos participantes en una nueva concentración convocada por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

En ella, el SME ratificó su determinación de recuperar el próximo día 11, por la vía pacífica, las instalaciones de la paraestatal y alertó sobre la existencia de un plan para encarcelar en los próximos días a líderes del gremio.

La convicción de que con su movimiento, más allá de su fuente de trabajo, el SME está defendiendo al país y a la Constitución, fue expuesta por los diputados Alejandro Encinas, Porfirio Muñoz Ledo y Pedro Jiménez, del PRD, PT y Convergencia, respectivamente, así como por Manuel Bartlett Díaz, del PRI, y por Bertha Luján, representante del Movimiento en Defensa de la Soberanía Nacional. Esto formó parte central del mensaje con el cual cerró el líder de los electricistas, Martín Esparza.

La Corte está para poner orden, de lo contrario, se rompe la República, se rompe el pacto social y observaremos que en adelante podrán sacar decretos para acabar con Pemex, con la Comisión Federal de Electricidad, con el Seguro Social, con la educación para nuestros hijos. ¡Eso no lo podemos permitir!

Respaldo a la juez Coutiño

Convocado apenas la víspera, el mitin en el Monumento a la Revolución fue asimismo un acto público de respaldo a la autonomía y libertad de criterio de la juez de lo laboral Guillermina Coutiño Mata, quien ya otorgó al SME la suspensión provisional contra el inconstitucional e ilegal decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro y el próximo viernes deberá resolver si otorga el amparo definitivo contra la medida presidencial.

Los electricistas denunciaron: Hoy se pretende pasar por encima del Poder Judicial y se ejerce el poder del presidencialismo contra una juez para que resuelva en favor del agravio que se pretende cometer contra los electricistas. Alertamos a la opinión pública, nacional e internacional, respecto de estas insensatas presiones contra la juez Guillermina Coutiño Mata y los invitamos a seguir de cerca el actual proceso que se sigue en las instancias judiciales.

Esparza detalló el plan de acción que siempre por la vía pacífica efectuarán el próximo día 11, cuando se cumple un mes del cierre de LFC: un paro cívico nacional, una gran marcha y la toma de las instalaciones de la paraestatal.

Instó a los diputados presentes: ustedes tienen fuero para que en el marco del derecho muevan los mecanismos en la Cámara y que el 11 de noviembre salga la PFP (sic) de los recintos de Luz y Fuerza del Centro, y los electricistas regresemos a los centros de trabajo.

Resaltó que dispone ya del aval de sus agremiados, de otros sindicatos y de miles de estudiantes para impulsar el paro nacional. “Nuestro compromiso es que no nos vamos a cansar, porque está en juego la estabilidad del país, la paz, el futuro de los mexicanos. El país sale adelante o se convierte en un mercado para los gringos…”

Arengó: ¡Preparemos el 11 de noviembre: que la PFP y el Ejército regresen a sus cuarteles y los electricistas a su centro de trabajo!

El frío no menguó el entusiasmo de los electricistas. Desde temprano ocuparon la explanada del Monumento a la Revolución y entre canciones de Raúl Martell, las mantas de repudio a la medida presidencial y las consignas, esperaron el arribo de sus dirigentes. En una cartulina verde atada a la espalda, un hombre escribió: Ya tengo mi franquicia de $100,000 ¡chicles! ¡chicles! En efecto, vendía goma de mascar a sus compañeros.

Cualquier mención al presidente Calderón, al secretario Javier Lozano o a otros miembros del gabinete, generaban sonoras rechiflas. Hubo también consignas nuevas: ¡Con este desmadre, el PAN chingó a su madre!, rezaba una.

Alejandro Encinas, líder de los diputados federales del PRD, refrendo la solidaridad política, económica y como movimiento social con los electricistas. Dijo que se trabaja con los abogados para interponer la controversia constitucional contra el decreto de extinción de LFC; que hoy se buscará en el pleno cameral, llamar a comparecer al presidente de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, y que se cite de nuevo al secretario del Trabajo, Javier Lozano, para que rinda cuentas y pague el costo político de sus acciones.

Uno de los más ovacionados, Porfirio Muñoz Ledo, orador experimentado, llamó directamente a la huelga general. Dijo que el gobierno está en un momento de debilidad y aseguró al SME: Ustedes son nuestra trinchera, nuestro destino. Con ustedes se juega el respeto a los derechos humanos fundamentales, que son los laborales, y el equilibrio entre los factores de la producción. Son la última frontera para salvar a la empresa pública. ¡Ustedes son el eje!

Bartlett habló sobre la derecha rapaz y de la colusión de traidores nacionales como los artífices de la desaparición de LFC mediante un documento anticonstitucional e ilegal. Tajante, afirmó, que el gobierno de Calderón con esta medida dio un golpe de Estado, porque éste queda definido cuando un gobierno usa a su policía, a su Ejército, a sus secretarios para beneficiarse a sí mismo.

domingo, 1 de noviembre de 2009

De X.V.

Eres la compañía con quien hablo
de pronto, a solas.
te forman las palabras
que salen del silencio
y del tanque de sueño en que me ahogo
libre hasta despertar.
Tu mano metálica
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral.
Tu voz, hoz de eco
es el rebote de mi voz en el muro,
y en tu piel de espejo
me estoy mirando mirarme por mil Argos,
por mí largos segundos.
Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso,
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas.

El verdadero hoyo fiscal 400 grandes empresas (casi) no pagan impuestos

Escudadas en una legislación que los diputados y el gobierno federal no quisieron tocar, los más de 400 grandes consorcios empresariales del país gozan de un excepcional privilegio fiscal: (casi) no pagan impuestos. Lo reconoce la propia
Secretaría de Hacienda en un documento oficial: “400 grandes grupos empresariales acumularon ingresos por 4 billones 960 mil millones de pesos en 2008, pero apenas pagan 1.7 por ciento en promedio de Impuesto Sobre la Renta”. Eso significa, en
otras palabras, que posponen de manera indefinida el pago de impuestos. Tanto que en 2008 quedaron a deber una cantidad cercana a 132 mil millones de pesos. Y nadie sabe, ni las mismas autoridades, si algún día pagarán.

Aunque de la oleada de nuevos impuestos nadie pareció librarse, los 400 consorcios empresariales más importantes del país sí lo hicieron. Salieron prácticamente ilesos. Nadie los tocó.
A pesar de que tanto la Secretaría de Hacienda como los legisladores insinuaron que habría cambios, lo cierto es que ni las autoridades ni los diputados quisieron tocar el llamado “Régimen de Consolidación Fiscal”.
Así que el boquete fiscal, al que tanto se refirió durante meses el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, se mantendrá sin mayor cambio. Y no es un privilegio menor el que se concede a grandes grupos empresariales, según las propias autoridades federales. El Sistema de Administración Tributaria (SAT) envió hace un par de semanas a los integrantes de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados información contundente:
“El régimen de consolidación fiscal que se contempla en la Ley del Impuesto Sobre la Renta (ISR) permite que alrededor de 400 grandes grupos empresariales, mismos que en conjunto acumularon ingresos por 4 billones 960 mil millones de pesos en 2008, tengan una carga fiscal en ISR de apenas 1.7 por ciento en promedio”.
Esto significa unas 15 veces menos de lo que deberían pagar esos más de 400 consorcios, algunos de los cuales son los más fuertes en su ramo no sólo
en México sino en todo el planeta.
“En un esquema convencional de pago de ISR, que es el seguido por los contribuyentes del régimen general, los grupos empresariales estuvieran obligados al pago de un ISR varias veces mayor al que actualmente pagan”, dice el SAT en un documento titulado “Consolidación / Grandes Contribuyentes”.
El privilegio fiscal será incluso mayor para el próximo año, pues aunque la tasa del ISR subióde 28 a 30 por ciento para empresas medianas y pequeñas y personas físicas (todos los empleados por nómina, por ejemplo), esos grandes grupos pagarán un porcentaje mucho menor.
De dos cuartillas, el texto fue elaborado a “efecto de entregarlo a los integrantes de la Comisión de Hacienda de la H. Cámara de Diputados”, con la finalidad de “proporcionar información precisa y transparente sobre el papel del régimen de consolidación fiscal en la recaudación nacional”.
El SAT explica, por ejemplo, que algunas grandes empresas del sector cosmético tuvieron en 2008 “ingresos acumulables por alrededor de 7.6 mil millones de pesos y sólo pagaron alrededor de 220 millones pesos”.
Otro caso que presentó el SAT a los legisladores son las tiendas de autoservicios, que tuvieron ingresos acumulables por más de 67 mil millones de pesos y sólo pagaron impuestos por 6 mil millones de pesos.
Por ejemplo, los reportes oficiales entregados por 28 de las más grandes empresas del país a la Bolsa Mexicana de Valores revelan que el año pasado sólo pagaron en impuestos el equivalente a 2.1 por ciento de sus ingresos.
Y difirieron pagos, si los llegan a hacer algún día, por una cantidad cercana a la mitad del boquete en las finanzas federales: al menos 132 mil millones de pesos, de acuerdo con un estudio técnico elaborado por el diputado federal del Partido
del Trabajo (PT), Mario Di Constanzo, quien fue secretario técnico de la comisión legislativa que investigó el Fobaproa.
“La pregunta —dice Di Constanzo— es la siguiente: ¿por qué si la Secretaría de Hacienda reconoce que el Régimen de Consolidación Fiscal hace que las empresas eludan impuestos, por qué no quita el régimen y con una reformita quiere rescatar del pasado lo que aparezca? En vez de cerrar esa puerta a las empresas para que no sigan
eludiendo en un futuro”.
Hace más de tres décadas, el gobierno federal estableció medidas fiscales especiales a los grandes empresarios para alentar la inversión y la creación de empleos, pero está medida sigue vigente a pesar de que obtienen ganancias por miles de millones
de pesos.
El Régimen de Consolidación Fiscal, concebido como un sistema de incentivo a las empresas, pero con la condición de que no produjera un daño a las finanzas del país o que, de producirlo, implicara un simple diferimiento en el pago del ISR, se estableció mediante un decreto firmado por Luis Echeverría en junio de 1973.
A través de este mecanismo, incorporado a la Ley del Impuesto Sobre la Renta en 1982, se permite que un grupo de empresas con un mismo accionista mayoritario pueda pagar impuestos como si fuera una sola empresa.
Si un grupo tiene varias empresas, se le permite deducir las pérdidas de algunas de las empresas contra las utilidades de las otras, con lo que los consorcios tienen la posibilidad de crear empresas “diseñadas” expresamente para perder.
Esto, además, les permite posponer o diferir el pago de los impuestos que deberían entregar a las autoridades de Hacienda, a pesar de tener utilidades de miles de millones de pesos.
El propio gobierno federal reconoce que se ha venido privilegiando a estos grupos empresariales, obteniendo una recaudación mínima.
Lorenzo Zambrano, presidente de Cementos Mexicanos (Cemex), una de las mayores compañías cementeras en el mundo, participó hace unos 10 días en el Foro Global de Energías Renovables, organizado por la Secretaría de Energía, en León,
Guanajuato.
Ahí, el empresario responsabilizó a los legisladores del estancamiento de la economía mexicana por no querer, en su opinión, aprobar las reformas necesarias, incluyendo la fiscal.
Zambrano dijo: “Ya llegó el tiempo de dejarnos de maniobras legislativas y agarrar el toro por los cuernos; el país necesita soluciones de fondo y serias para crecer, y de manera particular con el impuesto del 2 por ciento al consumo. En todos los países exitosos se grava el consumo y se desgrava el impuesto a las personas y las empresas”.
Remató el industrial regiomontano, considerado el quinto hombre más acaudalado de México: “No hay otra, por más que nos duela a todos, que subir los impuestos”.
Pagar impuestos no es asunto que agrade a muchos, empezando por el mismo Lorenzo Zambrano.
De acuerdo con el informe anual 2008 presentado por Cemex a la Bolsa Mexicana de Valores, ese consorcio adeuda montos extraordinarios a la Secretaría de Hacienda.
Cementos Mexicanos, que nació en 1906 con la apertura de la planta Cementos Hidalgo y despuntó con la compra de las paraestatales Cementos Anáhuac y Cementos Tolteca, se ha cobijado en el famoso “régimen de consolidación” para diferir el pago de impuestos: sólo en 2008 dejó de pagar más de 38 mil millones de pesos.
Ese adeudo fiscal de Cemex es equiparable al presupuesto del programa
Oportunidades para 2010. Y también es mayor al que recibió la Universidad Nacional Autónoma de México el año pasado. Cemex, con presencia en 50 países, mantuvo en 2008, año marcado por la crisis financiera, ventas estables. “En comparación con el año anterior, nuestras ventas netas se mantuvieron estables al alcanzar 21 mil 695 millones de dólares. Nuestro flujo de efectivo libre después de inversiones en activo fijo por mantenimiento creció 1 por ciento, a 2 mil 600 millones de dólares”, señala el informe anual 2008 presentado a sus accionistas.
Tuvo utilidades brutas de 77 mil 320 millones de pesos, pero la empresa se ampara en el Régimen de Consolidación Fiscal para tener el privilegio de diferir el pago de impuestos.
Y así es todos los años.

Entre las empresas que arrastran una deuda fiscal global de 143 mil millones de pesos con Hacienda se encuentran las siguientes: Cemex, Femsa, Bimbo, Televisa, Bachoco, Kimberly Clark, Elecktra, Iusacel, Maseca, Wal–Mart, Comercial Mexicana,Liverpool, Grupo México, Saba, Posadas, Gigante, Herdez, Alfa Sur, Grupo Asur, Aeropuerto del Pacificoy Peñoles, América Móvil, Palacio de Hierro, Autlán, Telmex y AHMSA.

Vivir cada noche como si fuera la última, y cada día como si fuera el primero... Galeano.

jueves, 29 de octubre de 2009

Denuncia SME que el gobierno pretende concesionar red de fibra óptica pública a empresas privadas

El gobierno federal pretende concesionar a empresas privadas los mil 100 kilómetros de fibra óptica que existen en la red eléctrica que administraba Luz y Fuerza del Centro (LFC), aseguró este lunes el secretario del Exterior del Sindicato Mexicano de Electricistas, Fernando Amezcua.

Esta, aseguró, es una de las razones de fondo por las que el gbierno federal pretende deshacerse del sindicato y de la paraestatal, pues los trabajadores habían formulado una propuesta para explotar esa red de comunicación.

“No se nos olvide, lo dijimos, podríamos entregarles a ustedes la telefonía, el internet, la televisión por cable con una empresa pública, con una empresa de ustedes, a precios accesibles, y a partir de ahora empezaron y abrieron ya las licitaciones para ofertar nuestra infraestructura eléctrica y además los más de mil 100 kilómetros de fibra óptica y oscura que tenemos”, aseveró.

Amezcua participó como orador en el mitin que encabezó Andrés Manuel López Obrador a un costado del Senado de la República para protestar por el alza a los impuestos, al que acudieron cerca de 2 mil electricistas.

Desde el estrado, el dirigente aseveró que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) admitió que necesitará en los próximos 10 años de 50 mil millones de dólares de inversión para enfrentar la demanda de energía en la zona centro del país, lo que significa que el problema de abasto que enfrentaba Luz y Fuerza no era por ineficiencia de los trabajadores, sino porque no se hacían las inversiones necesarias.

miércoles, 28 de octubre de 2009

PAUL KRUGMAN ¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas? Paul Krugman

I. CONFUNDIENDO LA BELLEZA CON LA VERDAD
Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada.

En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista".

Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica.

El año pasado, todo esto se vino abajo.

En el despertar de la crisis, las líneas de falla de la profesión de economista han bostezado con más amplitud que nunca. Lucas dice que los planes de estímulo de la Administración de Obama son "economía de baratija" y su colega de Chicago John Cochrane dice que están basados en desacreditados "cuentos de hadas". Como respuesta, Brad DeLong, de la Universidad de California en Berkeley, escribe sobre el "derrumbe intelectual" de la Escuela de Chicago, y yo mismo he escrito que estos comentarios de los economistas de Chicago son el producto de una Edad Oscura de la macroeconomía, donde el conocimiento tan arduamente conseguido ha quedado olvidado.

¿Qué le ha sucedido a la profesión de economista? ¿Y adónde va a partir de ahora?

II. DE SMITH A KEYNES Y VUELTA ATRÁS
El nacimiento de la economía como disciplina se atribuye habitualmente a Adam Smith, quien publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Durante los siguientes 160 años se desarrolló un extenso cuerpo de economía teórica, cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Ésta era la presunción básica de la economía neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de sus predecesores clásicos).

Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes tanto acerca de la explicación de lo que había pasado como de la solución de futuras depresiones.

A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no quería que el gobierno dirigiera la economía. En su obra capital, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en 1936, él mismo describió su análisis como "moderadamente conservador en sus repercusiones". Quería organizar el capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante. Y apeló a la activa intervención del gobierno -imprimiendo más moneda y, si fuera necesario, con un fuerte gasto en obras públicas- para combatir el desempleo durante las depresiones.

La historia de la economía a lo largo del último medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del keynesianismo y de un retorno al neoclasicismo. El renacer neoclásico fue guiado inicialmente por Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó ya en 1953 que la economía neoclásica sirve adecuadamente como descripción del modo en que la economía funciona realmente, al ser "extremadamente fructífera y merecedora de plena confianza". Pero ¿qué hay de las depresiones?

El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con la doctrina conocida como monetarismo. Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea de que una economía de mercado necesite una deliberada estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo, que una intervención gubernamental muy limitada y restringida -a saber, instruir a los bancos centrales a mantener el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los depósitos bancarios creciendo a ritmo estable- es todo lo que se requería para prevenir depresiones.

Friedman empleó un argumento convincente contra cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el desempleo por debajo de su nivel natural (actualmente calculado en torno al 4,8% en Estados Unidos): las políticas excesivamente expansionistas, predijo, llevarían a una combinación de inflación y alto desempleo; una predicción que fue confirmada por la estanflación de los años setenta, la cual impulsó en gran medida la credibilidad del movimiento antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la de sus sucesores.

Por su parte, ciertos macroeconomistas consideraban que las recesiones eran algo bueno que formaba parte del ajuste al cambio de una economía. E incluso quienes no eran partidarios de llegar tan lejos argüían que cualquier intento de enfrentarse a una depresión económica provocaría más mal que bien.

Muchos macroeconomistas llegaron a autoproclamarse como neokeynesianos, ya que seguían creyendo en el papel activo del gobierno. Aun así, la mayoría aceptaba la noción de que inversores y consumidores son racionales y que los mercados por lo general lo hacen bien.

Por supuesto que unos pocos economistas no aceptaban la asunción del comportamiento racional, cuestionaban la creencia de que los mercados financieros merecen confianza y hacían ver la larga historia de crisis financieras que tuvieron devastadoras consecuencias económicas. Pero eran incapaces de hacer muchos progresos frente a una complacencia que, vista retrospectivamente, era tan omnipresente como insensata.

III. FINANZAS DE CASINO
En los años treinta, los mercados financieros, por razones obvias, no suscitaron mucho respeto. Keynes consideró que era una mala idea la de dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios: "Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho".

Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del discurso académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostiene que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible.

Y por los años ochenta, hubo economistas financieros, en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que defendían que, dado que los mercados financieros siempre aciertan con los precios, lo mejor que pueden hacer los jefes de las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En otras palabras, los economistas financieros creían que debemos poner el desarrollo del capital de la nación en manos de lo que Keynes había llamado un "casino".

El modelo teórico desplegado por los economistas financieros al asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y recompensa -el llamado Capital Asset Pricing Model, o CAPM (pronúnciese cap-em)- es maravillosamente elegante. Y si uno acepta sus premisas también es algo sumamente útil. Este CAPM no sólo te dice cómo debes elegir tu cartera de inversiones, sino, lo que es incluso más importante desde el punto de vista de la industria financiera, te dice cómo poner precio a los derivados financieros. La elegancia y aparente utilidad de la nueva teoría produjo una sucesión de premios Nobel para sus creadores, y muchos profesores de escuelas de negocios se convirtieron en ingenieros espaciales de Wall Street, ganando salarios de Wall Street.

Para ser justos, los teóricos de las finanzas produjeron gran cantidad de pruebas estadísticas, lo que en un principio pareció de gran ayuda. Pero esta documentación era de un formato extrañamente limitado. Los economistas financieros rara vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de fácil contestación) de si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello, sólo preguntaban si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de los precios de otros activos.

Pero los teóricos de las finanzas continuaron creyendo que sus modelos eran esencialmente correctos, y así lo hizo también mucha gente que tomaba decisiones en el mundo real. No fue el menos importante de ellos Alan Greenspan, quien era entonces el presidente de la Reserva Federal y que durante mucho tiempo respaldó la desregulación fiscal, cuyo rechazo a los avisos de poner freno a los créditos subprime o de enfrentarse a la creciente burbuja inmobiliaria descansaban en buena parte en la creencia de que la economía financiera moderna lo tenía todo bajo control.

En octubre del pasado año, sin embargo, Greenspan admitió encontrarse en un estado de "conmocionada incredulidad", debido a que "todo el edificio intelectual" se había "derrumbado".

IV. NADIE PODÍA HABERLO PREDICHO...
En los recientes y atribulados debates sobre economía se ha generalizado una frase clave: "Nadie podía haberlo predicho...". Es lo que uno dice con relación a desastres que podían haber sido predichos, debieran haber sido predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal molestia.

Tomemos, por ejemplo, el precipitado auge y caída de los precios de la vivienda. Algunos economistas, en particular Robert Shiller, identificaron la burbuja y avisaron de sus dolorosas consecuencias si llegaba a reventar. Pero, aún en 2004, Alan Greenspan descartó hablar de burbuja inmobiliaria: "Una grave distorsión nacional de precios", declaró, era "muy improbable". El incremento en el precio de la vivienda, dijo Ben Bernanke en 2005, "en gran medida es el reflejo de unos fuertes fundamentos económicos".

¿Cómo no se dieron cuenta de la burbuja? Para ser justo, los tipos de interés eran inusualmente bajos, lo que posiblemente explica parte del alza de precios. Puede ser que Greenspan y Bernanke también quisieran celebrar el éxito de la Reserva Federal en sacar a la economía de la recesión de 2001; conceder que buena parte de tal éxito se basara en la creación de una monstruosa burbuja debiera haber puesto algo de sordina a esos festejos.

Pero había algo que estaba sucediendo: una creencia general de que las burbujas sencillamente no tienen lugar. Lo que llama la atención, cuando uno vuelve a leer las garantías de Greenspan, es que no estaban basadas en la evidencia, sino que estaban basadas en el aserto apriorístico de que simplemente no puede haber una burbuja en el sector inmobiliario.

Y los teóricos de las finanzas eran todavía más inflexibles en este punto. En una entrevista realizada en 2007, Eugene Fama, padre de la hipótesis del mercado eficiente, declaró que "la palabra burbuja me saca de quicio" y continuó explicando por qué podemos fiarnos del mercado inmobiliario: "Los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas. Se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con cuidado y comparan precios".

De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente el precio de su compra potencial con los precios de otras casas. Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas está justificado.

En pocas palabras, la fe en los mercados financieros eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría, de los economistas ante la aparición de la mayor burbuja financiera de la historia. Y la teoría del mercado eficiente también desempeñó un significante papel en inflar esa burbuja hasta ese primer puesto.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de dólares. Se han perdido más de 6 millones de puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su más alto nivel desde 1940. Así que ¿qué orientación tiene que ofrecer la economía moderna ante el presente aprieto? ¿Y deberíamos fiarnos de ella?

V. LA PELEA POR EL ESTÍMULO
Durante una recesión normal, la Reserva Federal responde comprando Letras del Tesoro -deuda pública a corto plazo- de los bancos. Esto hace bajar los tipos de interés de la deuda pública; los inversores, al buscar un tipo de rendimiento más alto, se mueven hacia otros activos, haciendo que bajen también otros tipos de interés; y normalmente esos bajos tipos de interés finalmente conducen a la recuperación económica. La Reserva Federal abordó la recesión que comenzó en 1990 bajando los tipos de interés a corto plazo del 9% al 3%. Abordó la recesión que comenzó en 2001 bajando los tipos de interés del 6,5% al 1%. E intentó abordar la actual recesión bajando los tipos de interés del 5,25% al 0%.

Pero resultó que el cero no es lo suficientemente bajo como para acabar con esta recesión. Y la Reserva Federal no puede poner los tipos a menos de cero, ya que con tipos próximos al cero los inversores sencillamente prefieren acaparar efectivo en lugar de prestarlo. De tal modo que a finales de 2008, con los tipos de interés básicamente en lo que los macroeconomistas llaman zero lower bound, o límite inferior cero, como quiera que la recesión continuaba ahondándose, la política monetaria convencional había perdido toda su fuerza de tracción.

¿Y ahora qué? Ésta es la segunda vez que Estados Unidos se ha tenido que enfrentar al límite inferior cero, habiendo sido la Gran Depresión la ocasión precedente. Y fue precisamente la observación de que hay un límite inferior a los tipos de interés lo que llevó a Keynes a abogar por un mayor gasto público: cuando la política monetaria es infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que gaste más, el sector público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento de la economía. El estímulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.

Tal pensamiento keynesiano subyace en las políticas económicas de la Administración de Obama. John Cochrane, de la Universidad de Chicago, indignado ante la idea de que el gasto gubernamental pudiera mitigar la última recesión, declaró: "Eso no forma parte de lo que todos hemos enseñado a los estudiantes graduados desde los años sesenta. Ésas (las ideas keynesianas) son cuentos de hadas que han demostrado ser falsas. Es muy reconfortante en los momentos de tensión volver a los cuentos de hadas que escuchamos de niños, pero eso no los hace menos falsos".

Pero como ha señalado Brad DeLong, la actual postura académica viene también siendo de generalizado rechazo a las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que la política de la Reserva Federal, más que para cambios en el gasto público, debía ser utilizada para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que un aumento del gasto público no puede, en cualesquiera circunstancias, aumentar el empleo. De hecho, al volver a leer el sumario de las ideas de Friedman de 1970, Un marco teórico del análisis monetario, lo que llama la atención es lo keynesiano que parece.

Y ciertamente Friedman nunca se creyó la idea de que el paro masivo represente una voluntaria reducción del esfuerzo de trabajo o la idea de que las recesiones en realidad sean buenas para la economía. Sin embargo, Casey Mulligan, también de Chicago, sugiere que el desempleo es tan elevado porque muchos trabajadores están optando por no aceptar trabajos.

Ha sugerido, en particular, que los trabajadores están prefiriendo seguir desempleados porque ello mejora sus probabilidades de recibir ayudas a sus deudas hipotecarias. Y Cochrane declara que el alto desempleo en realidad es bueno: "Debiéramos tener una recesión. La gente que pasa su vida machacando clavos en Nevada necesita algo distinto que hacer".

Personalmente, pienso que eso es una locura. ¿Por qué debería el desempleo masivo en todo el país hacer que los carpinteros se fueran de Nevada? ¿Puede alguien alegar seriamente que hemos perdido 6,7 millones de puestos de trabajo porque hay pocos estadounidenses que quieran trabajar? Claro que si empiezas por asumir que la gente es perfectamente racional y los mercados perfectamente eficientes, tienes que llegar a la conclusión de que el desempleo es voluntario y la recesión es deseable.

VI. DEFECTOS Y FRICCIONES
La economía, como disciplina, se ha visto en dificultades debido a que los economistas fueron seducidos por la visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones. Si la profesión ha de redimirse a sí misma tendrá que reconciliarse con una visión menos seductora, la de una economía de mercado que tiene unas cuantas virtudes pero que está también saturada de defectos y de fricciones.

Existe ya un modelo bastante bien desarrollado del tipo de economía que tengo en mente: la escuela de pensamiento conocida como finanzas conductuales. Quienes practican este planteamiento ponen el énfasis en dos cosas. Primero, en el mundo real hay muchos inversores que tienen un escaso parecido con los fríos calculadores de la teoría del mercado eficiente: casi todos están demasiado sometidos al comportamiento de la manada, a ataques de entusiasmo irracional y de pánicos injustificados. Segundo, incluso aquellos que tratan de basar sus decisiones en el frío cálculo se encuentran con que a menudo no pueden, que los problemas de confianza, de credibilidad y de garantías limitadas les fuerzan a ir con la manada.

Entretanto ¿qué ocurre con la macroeconomía? Los acontecimientos recientes han refutado de manera decisiva la idea de que las recesiones son una óptima respuesta a las fluctuaciones en los índices del progreso tecnológico; un punto de vista más o menos keynesiano es la única alternativa plausible. Pero los modelos del neokeynesianismo estándar no dejan espacio para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector financiero sobre el mercado eficiente.

Una línea de trabajo, encabezada por nada menos que Ben Bernanke en colaboración con Marc Gertler, de la Universidad de Nueva York, ha puesto el acento en el modo en el que la carencia de garantías suficientes puede dificultar la capacidad de los negocios para recabar fondos y forjar oportunidades de inversión. Una línea de trabajo similar, en gran parte establecida por mi colega de Princeton Nobuhiro Kiyotaki y por John Moore, de la London School of Economics, sostenía que los precios de activos tales como las propiedades inmobiliarias pueden sufrir desplomes de los que salen fortalecidos pero que, a cambio, deprimen a la economía en su conjunto. Pero hasta ahora el impacto de las finanzas disfuncionales no ha llegado ni siquiera al núcleo de la economía keynesiana. Claramente, eso tiene que cambiar.

VII. RECUPERANDO A KEYNES
Así que esto es lo que pienso que tienen que hacer los economistas. Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente. Segundo, tienen que admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía.

Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge ante la profesión puede que no sea tan clara; seguramente no será nítida, pero podemos esperar que tenga al menos la virtud de ser parcialmente acertada.

Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de Juan Ramón Azaola.