viernes, 6 de noviembre de 2009

Con el SME, hasta las últimas consecuencias

Fueron a sus asambleas sindicales, centros de trabajo y escuelas, a sus colonias, comunidades y campos de labranza; en fin, fueron a todos lados y regresaron a responder a los electricistas: vamos con ustedes al paro cívico nacional el próximo día 11.

Para eso llegaron aquí desde maestros de Baja California Sur hasta jubilados de Yucatán. Y se presentaron también chavos de instituciones de educación pública media y superior, y telefonistas; campesinos de Atenco, delegados de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y muchos más.

Y se realizará ese paro porque, para sellar el compromiso, desde las cinco de la tarde comenzó el pase puntual ante los micrófonos y todos, con matices en la radicalidad de las acciones aprobadas, expresaron emocionados que irán hasta las últimas consecuencias, porque el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) ¡no está solo!

Los esmeitas dejaron el auditorio a sus invitados y sólo un grupo se ubicó en la parte superior. Pero los gritos y consignas alcanzaron tal unanimidad que ahí se borró toda procedencia gremial pues, como dijera una activista de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México: el SME somos todos.

La acústica del auditorio hacía retumbar los muros ante las respuestas de agradecimiento a las expresiones de solidaridad, pero lo más impresionante fue que en la calle, donde había al menos el doble de la gente que logró ingresar al recinto, lo que se escuchó mediante potentes altavoces despertó la misma enjundia y la suma de consignas.

Ahí estaban, sobre todo, sindicalistas del SME que contra vientos y tentaciones, apremios económicos y el estigma social y laboral de algunos, se han mantenido firmes en su convicción de revertir la extinción de su fuente de trabajo.

Así, entre el friazo que se colaba por las delgadas chamarras y con muchos fumando en forma incesante, refrendaron su convicción de que el apoyo que han recibido estas semanas bien vale para seguir adelante.

“Somos linieros y sabemos que todo esto es político. Hemos vivido años exponiendo la vida a diario al trabajar con líneas vivas y no vamos a dejarnos. Entendemos a los compañeros que han ido por su liquidación, porque muchos ya están ahorcados, pero es mentira que hayan ido tantos como dice el secretario del Trabajo. No llegan ni a 10 mil...”, comentaba una cuarteta de hombres sobre la banqueta donde se ubica el sindicato, en Insurgentes Centro.

Se trata de un tema recurrente. Casi cuatro semanas después de haber sido despojados de su materia de trabajo, la nostalgia los invade y una vez que se presentan ante cualquier interlocutor, convencidos de seguir en la resistencia, de inmediato se explayan –sobre todo los operativos– al detallar la naturaleza de su oficio; lo mismo si estaban en instalaciones subterráneas, en obras civiles, si eran linieros o se jugaban la vida en las torres de alta tensión.

Así ocurre, afirmaron, con los trabajos manuales. Se enraizan en el alma, se quedan para siempre en el cuerpo. Por eso el SME logró la prestación de otorgar vacaciones prejubilatorias a quienes llegaran a esa condición. “Y lo hicieron así porque muchos no sabían aceptar la condición de jubilados, se deprimían, morían muy rápido. Esas vacaciones eran para que tomaran un curso y se prepararan…”

Viejos luchadores del sindicalismo magisterial comentaron que la concertación de fuerzas y la comunión de intereses como las logradas por el SME no se habían presentado en México por lo menos desde 1982, cuando se impulsó el Paro Cívico Nacional, que fue el más fuerte desde los tiempos de la Corriente Democrática de Rafael Galván, en los años 70.

Por eso este viernes el auditorio se prende, y gran parte de ese estado de ánimo es contagiado por los estudiantes. Ellos ya ofrecieron cerrar vialidades y sus escuelas. Su asambleísmo por la causa del SME les ha inyectado nuevos bríos porque, aseguran, la educación superior también vive momentos críticos y sumarse a los electricistas puede abonar para su causa.

Están prestos para el próximo miércoles. Con ese pacto se marcharon pasadas las nueve y media de la noche. A partir de hoy, decían mientras entraban de nuevo al frío del que se olvidaron cinco horas, hay mucho trabajo.

Saben que del éxito que se alcancen el día 11 dependerán las posibilidades de estallar lo que aquí se reclamó a gritos, incluso con llamados a Martín Esparza para ponerle fecha: la huelga nacional.

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